miércoles, 16 de abril de 2014

Apuntes sobre "La Trabajadora", de Elvira Navarro.







Si tuviese que describir en una palabra lo que me ha provocado la lectura de “La Trabajadora”, de Elvira Navarro (Mondadori), diría: empatía. Y por qué, pues en resumidas cuentas, porque se trata de un retrato de la inestabilidad, el vacío y la precariedad de la juventud actual, así como su consecuencia o propuesta ante esta situación: la locura, ya sea voluntaria o involuntaria, desde la que construir, si no una identidad, ni tampoco un camino, sí un refugio.

Desde la poética, -y sí, digo poética por todo lo que rodea a la obra: un cuidadísimo lenguaje, una detallada y perfecta ambientación de las afueras de Madrid, y muchos pequeños y refinados detalles,- Navarro describe ese desamparo de la vida actual, donde en ocasiones solamente algunos atisbos de la amistad, de humanidad y de ternura son salvables, pero donde, generalmente, el individuo se construye la inestabilidad, en el continuo tránsito, en la soledad.

La protagonista –y todos los personajes, de hecho- son jóvenes, y tienen en común unas condiciones precarias de vida, una situación laboral vergonzosa y ningún atisbo de futuro. Y esa precariedad es la que conduce a la patología, a la enfermedad, al desencanto, a la locura. La protagonista construye su propia identidad en el tránsito de los barrios de la periferia sur de Madrid –otro motivo por el que recomendar el libro a cualquier madrileño que esté lejos de casa, por cierto- donde el paisaje se convierte en el testimonio de la historia reciente de un país, y donde la crisis –crisis económica, de valores, espiritual, emocional…- es un tamiz tupido y constante en el panorama de la novela.  Navarro habla de la identidad en el intersicio, de construirse en el no-lugar. 

Me he hecho muchas preguntas a lo largo de esta lectura: ¿debemos, por tanto, los jóvenes –y no tan jóvenes- que vivimos una situación laboral, económica y emocional precaria reconstruir nuestra propia identidad desde la enfermedad, desde la herida, desde la locura? Si no desde la apatía, pienso que si no es desde la herida, no hay otra manera posible de inventarnos.


Por eso, por su poética, por su temática devastadoramente actual y cotidiana, por su actitud, por su testimonio y su periferia es por lo que considero que “La Trabajadora” es una novela necesaria, actual, testimonial de nuestros días, y de lectura obligada para cualquier lector.  

domingo, 13 de abril de 2014

Diario: escribiré un palíndromo.






No conozco el nombre de este viento. Hay una niebla cálida, una llovizna al otro lado del montículo de ladrillos del barrio en el que ya no vivo. Estoy lejos, y callo. Me vivo en conversaciones telefónicas. La palabra no es belleza, sino grito. Mi voz cambia, se apaga. Ordeno mis papeles, invento recortables de Madrid. 

Un día compraré todos los diccionarios, escribiré un palíndromo. Abandonaré la higuera y el paisaje japonés. No callaré.