Aún no entiendo porqué me sigue sorprendiendo cómo está de obsoleto un sector del mercado "oficial" del arte. La ineptitud, en muchos casos, para el uso de las posibilidades de difusión que ofrece el mundo internauta y de las comunicaciones. La dejadez para actualizar cualquier método nuevo de promoción cultural, la falta de una amplitud de miras en lo que respecta a la promoción de nuevas manifestaciones artísticas, y, en muchos casos, el hecho de que el apoyo de éstas únicamente vaya dirigido a artistas que, o bien tienen una estrecha relación de amistad con los galeristas y dueños del mercado (lo cual no garantiza que la condición artística sea ni novedosa, ni actual, ni asegura que sea de la calidad suficiente como para ser patrocinada por instituciones del calibre de las que hablamos) o bien (y esto último suele ir intrínsecamente ligado a lo anterior) se trata de un arte que puede estar ideológicamente ligado a las instituciones ya nombradas (muchas veces no se trata de una ideología paralela, sino únicamente del uso que se le puede dar a ese arte para patrocinar una ideología determinada). Perdón si me equivoco, pero artistas como Jasper Johns, Eduardo Chillida, Picasso, Manolo Valdés o Nam June Paik han sido figuras muy importantes para el desarrollo del arte y en muchos casos, han construido el germen del arte actual, pero no se trata de artistas actuales. Y artistas como Richard Serra, Alberto García-Alix, Santiago Sierra (he de decir que a la mayoría de éstos los admiro y los sigo fielmente), Ouka Leele o Anish Kapoor, efectivamente pertenecen al inventario de artistas actuales propiamente dichos, pero no son los únicos. No quiero decir con esto que ellos sean el único inventario de arte contemporáneo que se puede contemplar actualmente, pero desde luego, lo llenan la mayor parte de las veces y no se pierden ningún sarao, ni pierden ningún espacio que la prensa pueda dedicarles. Es la época del artista mediático. Muy bien. Tampoco quiero decir con esto que los mejores artistas sean los rechazados, los legendarios bohemios que han sido un icono desde hace más de un par de siglos. Lo que quiero decir es que falta personalidad. Falta un contacto directo artista-público. Existe una distancia abismal entre el espectador y la muestra. Y esta distancia tan enorme viene propiciada en gran parte también por los medios de comunicación. Lo siento, pero yo, de tantas grandes superficies y tantos grandes proyectos de arte contemporáneo, de tanto marketing, y de tanta repetición, me quedo ciega, y de tanto ver ya no veo absolutamente nada dentro de esas muestras y de esa publicidad que abarca los grandes y medianos centros de arte. Tampoco me siento identificada con aquél sector que no sabe hacerse ver en las plataformas internautas, que deciden moverse a base de amistades y antiguallas, esa old school que aún sigue pensando que forma parte del epicentro del mercado del arte contemporáneo cuando en realidad está totalmente obsoleta. Que sigue participando en las mismas ferias. Que sigue patrocinando a los mismos artistas desde hace veinte años. Eso no es un reflejo del mercado. Las galerías de arte están vacías la mayor parte del tiempo. Las ferias de arte contemporáneo son cada vez menos concurridas y están cada vez más lejos de la realidad de un público que cada vez se encuentra menos identificado con lo que en algún otro momento fue su mercado de referencia, pero que se evidencia cada vez más mediatizado, más politizado y más alejado de la verdad y del alcance de cualquiera. Opto por los pequeños proyectos, por los pequeños artistas pluri o unidisciplinares, por las pequeñas superficies donde se exhiben ocasionalmente sus creaciones y se intercambian nuevos y pequeños modos de ver la vida. Aquellos que aún están dispuestos a participar en pequeños espacios de diálogo directo. Los libros de autor, los pequeños recitales, los conciertos más íntimos, las pequeñas cosas que aún pueden resultar cercanas, personales, exclusivas. Esas son las que aún me despiertan. Las que aún me emocionan.