Esta mañana decidi salir sola a caminar por Madrid. Sí, estoy en Madrid pasando las fiestas, y sí, he decidido dar un paseo desde Atocha hasta la Plaza Mayor y vuelta por Lavapiés arriesgando mi vida entre familias con matasuegras, ejércitos de niños con petardos y atravesando todo el infernal meollo navideño.
Rematé algunos recados pendientes, visite algunos de mis sitios favoritos e hice, accidentalmente, balance del año que se termina. No se trata de nostalgias navideñas ni de nada parecido, sino de algunas reflexiones que me vinieron de pronto a la mente cuando cai en la cuenta de que quedaban menos de 24 horas para terminar el 2013.
Como ya sabréis, hace un año y pico que decidí hacer las maletas y marcharme a Montpellier, donde cursé un máster y busqué trabajo. No ha sido nada facil empezar desde cero fuera de España, en un lugar desconocido, y muchas de las facilidades y los logros se los debo a Rober y Adéline, que me han ayudado en todo en el último año. Por eso, también, el blog ha cambiado tanto en este último tiempo (el último año, digamos). Este año ha sido un año duro y maravilloso, en el que he alcanzado muchas de mis metas y también han sucedido muchas cosas inesperadas. Es por eso que, de pronto, me ha parecido que había transcurrido una eternidad entre las navidades pasadas y éstas: terminé el máster, encontré el trabajo que más me gusta del mundo y conocí a mi chico. Decirlo asi sonará quizás exagerado, pero resumo así en mi cabeza todo aquello por lo que ha merecido la pena marcharme de la noche a la mañana, y echar tanto de menos cada día a la familia; a mis padres, a mi hermana -al otro lado del charco...-, a los amigos, y qué narices, mi Lavapiés del alma, mi ciudad y mi pais.
Más de la primera mitad del año (de hecho casi el año completo) ha sido mi investigación academica acerca de la poesia de Vicente Luis Mora y Agustin Fernández Mallo. Ha sido un reto enorme para mí realizar esta investigación, en primer lugar, por ser enteramente en francés, en segundo lugar, por tratarse de dos poetas a los que admiro enormemente, y en tercer y último lugar, por ser la primera vez que realizaba una investigación académica en torno al género de la poesia. Debo agradecer a mi familia, amigos y profesores el apoyo; las felicitaciones, las propuestas de publicación (que no sé si llevarán a alguna parte, pero con lo que me quedo…) y el enorme esfuerzo es algo de lo que me siento treméndamente orgullosa.
Sobre todo la segunda mitad del año ha sido el trabajo y la enseñanza. Haber conseguido empleo en Francia ha sido muy duro pero también algo de lo que hoy puedo decir que estoy muy orgullosa. El hecho de poder ser profesora de español me ha dado una oportunidad increible para darme cuenta de lo que antes solamente habia sido una intuición: dar clase de español es maravilloso, y me encanta, y soy muy feliz haciéndolo. El contacto con los chavales es estupendo, intercambiar opiniones, conocimientos, ver como mejoran un poco cada dia y yo con ellos.
Una noche, intenté explicarle a mi chico por qué estaba en Francia y como era eso de estar lejos de casa, y por primera vez me vi, sin planearlo, diciendo en voz alta que era la única manera (y la que me parecia más bonita) que veía a mi alcance de amar mi país fuera de él, y a pesar de todo. Y me di cuenta en ese momento de que ser profesor de español (y de cualquier otra materia, pero yo solamente puedo hablar de mi pequeña experiencia) es una tarea muy delicada y de una enorme responsabilidad: no solamente enseñas una lengua, sino que enseñas la cultura, la mentalidad, la esencia de un país y de un idioma (y eso TAMBIÉN es la Marca España!).
Que no somos únicamente corrupción política ni pobreza, ni tópicos. Que España está llena de buena gente que lucha por sus familias, que da la vida por sus amigos, y que ama su país por encima de todo, y de manera real, cada día de su vida. Por eso este año he aprendido que ser profe de español no es solamente lo que me encanta hacer, sino también un enorme compromiso y responsabilidad por la que trabajar duro para mejorar cada dia, y esto solamente puedo agradecérselo a mis padres, que siempre han sido un ejemplo de ello, y a mi amigo Rober, que me ha acogido en Montpellier y me ha ayudado y dado la oportunidad de descubrirlo.
Tengo que dar gracias por muchas cosas este año; por la compañía, la ayuda y los cafés de Rober y Adeline, los cumpleaños y las noches de Fabrik con Sandrine, Leia, Ludo, Céline, Régis, Jose... que me han acogido como una más.
Las cenas grecoespañolas de domingo con Eleni, las conversaciones telefonicas nocturnas y existenciales con Belén, las llamadas de Tati, el foro de nuestro Círculo de Sabias, mi nueva familia política (qué mal suena eso), que me hace tupperwares cuando ceno sola, y me tejen bufandas cuando llega el frio. La visita de mis padres a Montpellier, y el turisteo por el sur de Francia. Por -y espero que asi siga siendo por mucho tiempo- conseguir subsistir de mi trabajo, por haber encontrado una familia en Francia, unos buenos amigos, por conocer y compartir el día a dia con una persona maravillosa, pero sobre todo, por una familia y unos amigos que, desde diferentes partes del mundo me apoyan, me quieren y me acompañan en el camino.
Y termino toda esta sarta de reflexiones y palabrerías diciendo que, de veras, espero que este año que viene sea mucho mejor que el pasado, que podamos juntarnos todos aquellos que andamos lejos, que las buenas personas lo merecemos, y, qué narices, yo estoy rodeada de buenas personas.