miércoles, 11 de junio de 2014

Tres mujeres, y tres maternidades: una posible lectura de Plath.






"Es terrible
estar tan abierta: es como si mi corazón
tuviese rostro y caminase por el mundo."

Sylvia Plath.



Tres Mujeres, de Sylvia Plath, publicado por Nórdica en una edición bilingüe e ilustrada, es un poema maduro, pensado originalmente para ser leído en la radio. Se trata de un poema en tres voces cuyo tema principal es la maternidad. Sylvia leyó este poema en la BBC en 1962, como si de una obra de teatro se tratase, poco antes de su suicidio. El libro marca un cambio en su técnica poética, pues a partir de ahora Sylvia se interesaría, hasta el final de su vida, en la sonoridad, la oralidad y la poesía interpretada en inglés, marcando, así, un fuerte estilo propio.


Pero ¿Qué es lo que plantea el libro? Pues bien, se trata de un texto compuesto por tres voces que comparten una misma circunstancia, el embarazo, y estructurado, además, en la expresión de tres momentos de esta circunstancia. En un primer lugar, la visión de una mujer que sufre un aborto espontáneo de un hijo deseado, en segundo lugar, una mujer que da a luz a un hijo deseado, y el tercer lugar, la visión de una mujer que da a luz a un hijo que no desea y que da en adopción. Es curioso cómo una misma persona puede plantearse estas tres resoluciones, estos tres puntos de vista acerca de la maternidad, y conseguir despertar esta misma inquietud en el lector –o la lectora-.
En cuanto a las tres etapas temporales que estas tres mujeres comparten en el poema, encontramos, en primer lugar, la vivencia del embarazo (en la primera mujer, la plenitud de la fertilidad y la esperanza en la misma, en la segunda mujer, la sorpresa y la indefensión ante la noticia –junto al cuestionamiento de sus capacidades como madre-, y, por último, el sentimiento de alteridad de la tercera mujer, que vive la maternidad como si de una persona ajena se tratase, y en ella, tensiones encontradas, el amor de la noticia de ser madre, y el sentimiento de falta de respeto, de veneno, de no pertenencia, de lejanía, de otredad).
En un segundo lugar, las tres mujeres nos muestran sus tres visiones del parto; En este punto, la primera voz muestra su plenitud, y celebra, con ese nacimiento, haber encontrado su razón de ser en esa fertilidad. En el caso de la segunda mujer, se trata de una visión del aborto: de cómo enfrentarse a una pérdida abstracta y solitaria como es la de una maternidad. La carencia, el sentimiento de la feminidad arrebatada. La culpa. Y en una tercera voz, encontramos aquella maternidad no deseada, en la que esa criatura es el fruto de lo terrible, de la herida, de lo que quiere olvidarse y enterrarse, como si nunca hubiese sucedido.


Además de que la maternidad siempre ha sido un tema que me ha llamado la atención –y más especialmente desde hace algunos meses, desde que, para mi decepción, leí La Piedra de Moler (podéis ver un post sobre esto aquí). Se me presenta como un tema extenso y rico, con multitud de caras y de visiones posibles. Por ello el libro de Plath no me ha defraudado en absoluto, y comento a continuación algunas cosas que me han llamado la atención:  en primer lugar, que la experiencia de la maternidad se nos plantea, en los tres casos, como un sentimiento solitario. Hay que tener también en cuenta las circunstancias en las que Plath escribió este poema (el abandono por parte de Hughes, el ocuparse de sus tres hijos, etcétera) pero si nos olvidamos por un momento de su historia personal y nos centramos en el poema en sí, no existe la figura paterna, ni un sentimiento de compartir la experiencia de la maternidad: ésta se plantea como una realidad solitaria, aunque también, en las dos primeras voces, como un sentimiento de comunión. La feminidad se concibe como una condición que mantiene unido al ser humano con el universo y la naturaleza atemporal de las cosas. También me gustó cómo, en las tres voces, esta experimentación de la maternidad se vive como un momento de introspección bastante fuerte, de cuestionamiento del qué y del por qué, así como de las capacidades de cada una de estas mujeres para ser madres. En tercer lugar (y es algo que me ha llamado la atención), este sentimiento de maternidad se traduce en algunos casos en un sentimiento de poder: el poder de la creación, el poder de la posesión de algo que tu propio cuerpo ha concebido, y, en algunos casos, la realización personal a través de este sentimiento. Y en un último lugar, un sentimiento que me ha llamado la atención favorablemente (también con respecto a La Piedra de Moler) ha sido el sentimiento y a su vez el cuestionamiento de una concepción y esencia de la feminidad a través de la escritura de la maternidad, cosa que buscaba desde un primer momento en mi lectura del libro de Margaret Drabble y, para mi frustración, no conseguí encontrar por ninguna parte.


Así que, en resumidas cuentas, lo cierto es que el librito de Nórdica Ediciones ha sido una muy buena sorpresa para mí, así como su edición y sus fantásticas ilustraciones de Aniuska Allepuz, que terminan de configurar esa atmósfera de ensoñación y abstracción en torno a la concepción femenina. Además, la traducción de María Ramos es excelente. En definitiva, se trata de un libro que recomiendo encarecidamente para todo aquél que quiera indagar, como yo, en el tema de la maternidad en la literatura, o que, simplemente, desee leer a Sylvia.


Y vosotros, ¿Qué libros sobre maternidad recomendaríais? ¿Hay algún libro de poesía que os haya marcado últimamente en relación a este tema? ¿Qué otros temas os interesan?

martes, 10 de junio de 2014

Diario en blanco y negro.





No tener nada más. Maletas, papeles, ropa, equipajes que abultan y que cambian de lugar. Cuando cambian de sitio soy otra, hay luz en la ventana. Respiro. Salgo a la calle y no estoy sola. Limpio lo que queda del lugar en que viví. Me reconozco vieja entre esas cuatro paredes, renovada en las ventanas nuevas, lejana de mí misma, limpio el polvo del pasado para asentarme en un futuro que no puede sino ser algo mejor. Me deshago de ropas viejas, de papeles antiguos, de regalos que ya no son para mí. Y ofrecen su ayuda aquellas manos, amor aquellas manos, pero yo palpo ese amor, lo mimo, lo observo desde una distancia prudencial que decido construirme. No puedo sino mirar por la ventana hacia los tejados del futuro, y decir: yo no soy aquélla,  es así como quiero ser.