Mi casa es la posada de la sed
allá donde pernoctan las hormigas.
Frontera arriba, mi piel se regenera en lo extranjero;
confusa identidad,
allí
edifico mi morada,
en el lugar oscuro
donde no vive
nadie.
Dejar el país atrás quizás sea eso
existir en el desgarro de tatuajes
heridas superficiales
olvidar las palabras que tanto pronunciamos
perder,
en la costumbre del extraño,
el sabor de lo propio
coquetear con el fuego de otro rostro
que miente en el espejo
estudiarse desde la mirada ajena
desde el diente de lobo de uno mismo
construir un hogar en el espacio
ocasional del tránsito
o escribirse en la piel la metáfora de patria
para sentirse
un poco menos solos