No
acostumbro a escribir posts criticando libros de esta manera, pero
esta vez no puedo evitar decir que estoy totalmente indignada y me
siento completamente estafada: hace un mes compré “La Piedra de
Moler”, de Margaret Drabble (Rara Avis, Alba Editorial, 2013), con
muchas expectativas, y por varias razones, principalmente porque al
parecer contenía varios temas que me interesan desde hace algún
tiempo: dificultades de la juventud, escritura, y sobre todo,
maternidad.
Buscaba
libros que hablasen de la maternidad desde ángulos novedosos y desde
el punto de vista de los jóvenes, puesto que es un tema que me
interesa bastante en este último tiempo, sobre todo en lo que
respecta a la literatura femenina. ¿Cómo vemos los jóvenes –o
las
jóvenes-
una responsabilidad durable –entre otras cosas- y todo lo que ello
conlleva en un mundo tan cambiante y tan inestable como en el que
vivimos?
El
libro se escribió en 1965, y por ello es una novela alabada como
moderna y reivindicativa de la maternidad y de la capacidad de
decidir de la mujer en artículos como el de Ignacio Echevarría en
El Cultural (aquí).
El
concepto, en eso estoy de acuerdo, me parece bueno: un libro que
habla de una maternidad inicialmente no deseada, y de la decisión
de una mujer: la de una joven doctorante londinense en la década de
los sesenta. De buena familia y clase social alta, la joven Rosamund
vive sola en la mansión de sus padres, una pareja adinerada que
reside en África, mientras que nuestra protagonista prepara una
tesis doctoral sobre el soneto isabelino. Es en esas circunstancias
en la que Rosamund tiene relaciones sexuales por primera y única vez
con un conocido, y se queda embarazada, ocultándoselo a él, así
como a su familia.
No
quiero chafarle el libro a nadie si alguien pretende leerlo, pero no
puedo evitar la indignación: una familia conservadora, adinerada, en
los años sesenta. Unos padres ausentes, a los que se nombra también
de manera superfluay de los que sabemos que son una especie de
“progres” de la época, es decir, unos falsos conservadores,
socialistas, y con muy buena situación económica.
Una
joven que vive sola, sin ningún problema de trabajo, ni de dinero,
ni de familia: vive sola, incluso sus amigos aparecen y desaparecen
intermitentemente en el libro. Bien, digamos que la autora no ha
querido plasmar sus relaciones con los demás, sino las reacciones de
la protagonista misma en torno a una decisión tan compleja como
puede ser la de la maternidad: pero tampoco. La autora dedica quizás
diez o veinte páginas del libro a la indecisión, entre abortar o no
hacerlo. ¿Diez páginas? La protagonista apenas se pregunta cómo va
a comunicárselo a la familia, con qué va a mantenerse, si va o no a
decírselo al padre… ¿se trata de una mujer bastante determinante?
De acuerdo. Pero ¿Qué sucede? ¿Qué una mujer determinante no
puede plantearse todas esas preguntas? A mi parecer se trata de una
novela poco realista, en la que el tema de la maternidad (y todo lo
que yo creía que eso implicaría en una novela como ésta: el qué
dirán, la reputación, los prejuicios, los problemas familiares…)
se toca esbozado, de puntillas, y, en mi opinión, sin ningún tipo
de profundidad.
Lo
más indignante de todo es que el lector continúa y continúa sin
parar, esperando que todas estas cuestiones aparezcan en algún
momento determinado del libro. Pero no. Y el libro termina casi como
empezó, dejando todas estas cuestiones en el aire, y sin haber
aportado nada más que una especie de intento de denuncia a los
derechos de la mujer en los años sesenta. Es todo.
Además,
la traducción, de Pilar Vázquez tiene más de un error, en mi
opinión garrafal, que supone una traba bastante importante para la
lectura.
En
definitiva, me ha parecido una pérdida de tiempo, quizás tuviese
demasiadas expectativas. ¿Y vosotros? ¿Leísteis “La Piedra de
Moler”? ¿Qué lecturas sobre la maternidad podríais recomendarme?