Estamos todos locos. O qué. La indignación y la tristeza se palpan cada día en el ambiente. Y la tensión. Y la incertidumbre. Yo no sé, pero a mí se me hace cada vez más difícil escribir poesía. O escribir sobre poesía. Saber que está ahí, detrás de algunas cosas, es sencillo. Pero dónde, pero en qué cosas. Pero porqué tenemos que gritar "¡Poesía!" y no "¡Empleo!" o "¡Dignidad!", me pregunto algunas veces. No más "la princesa está triste / ¿qué tendrá la princesa?", no más Rubén Darío, no más Heraldos Negros. Quizás la poesía no valga para hacer venir a nadie, no sirva para hacer realidad ningún deseo. Pero tal vez sea el reflejo del grito. Tal vez pueda convertirse en una bandera, en un símbolo para seguir teniendo fe en lo que sigue siendo bello. Quizás por eso es más difícil escribir poesía, porque escribir es indignarse, porque quizás ahora gritar "¡Poesía!" no sea lamentarse por la princesita, sino que sea gritar "¡Empleo!", sea gritar "¡Dignidad!" con todo el aire de los pulmones. Estamos todos locos. Sí. Y qué.