lunes, 4 de mayo de 2015

Un domingo romano.





























Vaya un fin de semana movido. Ayer, después de un puente ya ajetreado, en el que no he visto demasiado mi casa -manifestación del primero de mayo, picnic y otras jaranas-, decido pasar el día fuera de Montpellier. Me voy a ver a una amiga y a pasar el día por ahí:

7:00 a.m: Suena el despertador. He dormido tres horas porque ayer salí y luego no podía dormirme. Es domingo y festivo, nada abierto, ni un alma en la calle.

8:00 a.m: Estoy en la estación de trenes. Cojo un tren con dirección a Nîmes, donde me espera una amiga para desayunar. Solamente llevo un café encima y miedo de quedarme dormida en el tren y pasarme la parada y despertar en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. 

9:00 a. m: He conseguido llegar a Nîmes sana, salva y sin dormirme por el camino. Silvia me espera haciendo gofres. Por el camino me cruzo con gente en atuendo romano y celta, paseando tranquilamente por la ciudad. Llego a su casa. Desayunamos felices. 

10:00 a.m: Nos dirigimos a Les Jardins de la Fontaine, donde va a dar comienzo la jornada de los Grandes Juegos Romanos de este año, un festival en el que se representan diferentes momentos de la historia de los romanos en la ciudad de Nîmes y alrededores.

10:30 a.m: En los jardines da comienzo la ceremonia de apertura, la oración y ofrenda a los dioses, así como la procesión hasta la Maison Carrée, rememorando la visita del emperador Adriano a Nîmes.

11:00 a.m: Al mismo tiempo, en estos jardines, tiene lugar la ceremonia celta en la que se rinde homenaje al dios Nemos, divinidad celta ligada al santuario del manantial. Se conmemoran y recrean las alianzas entre galos y romanos. Hablan en latín. Lloro.

11:30 a.m: Empieza, en el mismo lugar, una ceremonia de culto imperial, en honor al emperador Adriano. Explican los momentos históricos. Invocación, rezo, libación y sacrificio (no se mató al corderito, solamente se simuló). Entre el público, muchos niños miran alucinados a los romanos. También los adultos. 

12h: Da comienzo desde allí el desfile triunfal del emperador hasta la Maison Carré. Nosotras nos escapamos a dar un paseo, comprar tabaco y comer algo antes del anfiteatro. Hace buen tiempo y no estoy cansada todavía. 

14h: Hemos dado un paseo por la ciudad, y comido, antes de que continúen los juegos en el anfiteatro. Silvia me advierte de que tenemos que ir quizás un poco antes para encontrar un poco de sitio. Me llama Carmen, que está en Nîmes con unos amigos, y ha conseguido entradas de último momento para el anfiteatro. Quedamos allí. Terminamos de comer y vamos corriendo a los juegos. Hay romanos por la calle que hablan italiano, y una se siente como en los desiertos de Almería, grabando Ben Hur, o alguna película del estilo.

15.30h: Comienzan los juegos. Gritamos como si fuesen realmente a jugarse la vida. Como si no hubiera un mañana. Las mujeres lanzan panes al público, reparten pañuelos para decidir sobre la vida de los esclavos. Minotauros contra hombres, cartagineses contra romanos, bailarines, espectáculo ecuestre, Aníbal en su elefante. Votamos con pañuelos de colores a los esclavos cuya vida queremos salvar. El imperio romano mola. Quiero gritar en latín y rezar a los dioses paganos. El cansancio se ha esfumado. Ahora grito y aplaudo como una posesa. Esto es mejor que cualquier Señor de los Anillos o Juego de Tronos.

18:30h: Después del espectáculo y aún con la adrenalina por las nubes, vamos a tomar una cerveza y a pasear por Nïmes. Por el camino, riadas de romanos se lanzan a las casetas. La vacanal después del espectáculo. ¡Yo también quiero!, pienso. Cuando se me pasa el subidón empiezo a darme cuenta de que estoy agotada y de que tengo un sueño infernal. 

20:30: Me he pedido una cerveza y no ha sido una decisión muy inteligente. Empiezo a tener problemas para mantener los ojos abiertos. Fumo para no quedarme dormida mientras termino mi caña en la Maison Carré y observo a los romanos fornidos que pasan. 

21:30h: Mi subidón de adrenalina da sus últimos coletazos con Silvia en la estación, esperando a mi tren. Nos despedimos, y al tomar el tren regional tengo que convencer a todo un regimiento de seguratas de que he venido a los Juegos Romanos, no tengo el billete impreso pero tengo descuento en el trayecto. Como prueba, un póster terrible con un elefante enorme sobre el que Aníbal levanta una lanza. Me ven tan friqui que me mandan a sus "superiores", y a éstos les hago tanta gracia que me dejan pasar, sonriendo, sin problema, y con un poco de lástima cuando ven mi cara de agotamiento. Me peleo por no dormirme durante media hora, hablo por teléfono hasta llegar caminando a casa, hacer la cena a las 00h de la noche y caer muerta en la cama. Ha sido un día perfecto, me digo. ¡¡AVE!!