miércoles, 5 de diciembre de 2012

Quiero escribir sobre la buena gente.


Quiero escribir sobre tus brazos de nido. Me gustaría decir el hogar, hablar de la humedad, de la cama vacía cuando te vas temprano. A veces digo "tú" y quiero decir "todos". A veces hablo de ti y quiero hablar de otro, de la bondad de otro. Lejos de casa la gentileza se encuentra en las pequeñas cosas. La palabra, la mano, el cigarrillo que fumas y tu tos en la ventana. A veces digo tú y quiero decir "ellos". Los que no están tan cerca. Quiero ponerle nombre a la importancia de la mano compañera, y a la presencia generosa de quien no debe nada. Hay demasiado poema sobre el miedo. Demasiada palabra sobre el cruel.  En este caos de ombligos tu cuerpo es el mundo. El vino es un río inmenso y recorrer el mapa de espaldas es una búsqueda húmeda, gentil y dadivosa. Luego marchas y algo duele y es tierno al tiempo. Y yo no sé decir lo que después escribo. Me queda la música en un idioma que sólo entiendo yo, y también la cama deshecha y resentida, el frío, las ganas de dormir, y entonces pienso: La saliva es el mistral. La bondad del cuerpo no es otra que la bondad del mundo.