"La seducción, como invención de las estratagemas del cuerpo, continúa siendo la forma encantada de la parte maldita".
Jean Baudrillard.
La obra de Sarmento es inquietante. Es seductora. Él es seductor. Su tema favorito: el deseo. Desear de todas las maneras posibles. Despertar el deseo del espectador. Experimentar su deseo. Experimentar al espectador. Ser una parte crucial de su intimidad por un instante. Intimidarlo. Invitarlo al juego. Invitarlo al cuestionamiento, a un peligro quizás, al devenir, a la aventura, a la ambigüedad. Y él es limpio, y es claro. Porque la tentación es pureza. El deseo siempre fue limpio. Y habla de distancias a través de las distancias cortas, de una ligera capa de espejo que separa y confunde espectador con espectáculo. El objeto y la mirada. Y la seducción siempre fue arte. Las sombras son el deseo de lo que no se ve. El deseo más fuerte de todos. El más puro, el más inquietante, el más íntimo, el más desnudo.