Anoche estuve en el Ateneo Cultural Primero de Mayo, en el homenaje a Paca Aguirre, excelente poeta tardíamente reconocida y galardonada el año pasado con el Premio Nacional de Poesía por su obra Historia de una Anatomía. Muchos de mis poetas favoritos leyeron algunos versos de la escritora, y le dedicaron palabras de admiración y aprecio, como Juan Carlos Mestre, Olvido García Valdés y por supuesto Guadalupe Grande. Al final del acto, habló Paca. Sus sabios 82 años hablaron de la bondad, de las ganas de vivir, de la familia. Habló de que el dolor es un arma poderosísima, es un arma que puede transformarse en vida, y de que la vida hay que compartirla. Uno de los momentos más bonitos de la noche fue la lectura por parte de Félix Grande del poema en que pide a Lorenzo Aguirre, setenta años después de su muerte por garrote vil, la mano de su hija ante su tumba, Cuelgo el poema a continuación:
El desterrado del Espasa
El desterrado del Espasa
He
venido a pedirle a usted la mano de su hija.
Permítame
que me presente: tengo
Sesenta
y tres años cumplidos. Mi padre
Defendió
a tiros la República.
Tras
la derrota tuvo suerte:
No
le dieron garrote vil.
De
los ocho hijos que engendró
En
el vientre de nuestra madre
Vivimos
cinco, todos varones. Todos cinco
Queremos
mucho, don Lorenzo, a Paquita, la hija de usted.
Y
yo además la necesito: para durar,
Para
iluminar mi escalera,
Para
morir sin odio.
Vengo
a pedirle la mano de su hija.
La
vida sigue, don Lorenzo. A Paquita y a mí
Nos
nació Guadalupe. Espere. Traigo en mi billetera
Una
fotografía de su nieta de usted… aquí está.
¿Verdad
que es preciosa, dios mío?
Y
es aún mayor la belleza de su conciencia.
Deduzco
que ha heredado ese ardimiento,
Ese
don de vivir en justicia,
Esa
tonalidad, ese gen suntuoso,
En
la conducta de sus dos abuelos:
Como
si en el mantel de las neuronas de mi hija
Usté
y mi padre jugasen interminablemente
Desde
hace siglos, una partida de ajedrez
En
la que los peones comen a dos carrillos,
Beben
vino, regüeldan, leen buenos libros,
Duermen
en paz, madrugan, trabajan sonriendo…
Mire
a su nieta Guadalupe: la vida sigue:
No
pudieron con usted, don Lorenzo.
En
la cárcel de Porlier, en el año 1942
Le
pusieron a usted la muerte sobre la garganta.
Le
dieron vueltas a una manivela.
Lo
asesinaron: y no pudieron con usted.
Téngalo
por seguro: no pudieron.
Vengo
a pedirle a usted la mano de su hija.
…le
cuento: aquella niña con un ramo de flores
Arrodillada
y aterrada
Ante
la hija del general Franco…
[fue
inútil: no quisieron conmutarle a su padre
La
pena de muerte, una pena inmortal,
Por
años de prisión, los que fueran… contemplo
A
su hija, don Lorenzo, arrodillando
Sus
doce años menos ciento tres días.
Susy
y Margara no se atreven a jadear.
Mi
mujer le entrega aquel ramo de flores
A
Carmencita Franco, por su onomástica…
Por
cierto, don Lorenzo: ¿A cuento de qué lo ejecutaron?
¿Exterminaban
en el pintor Lorenzo Aguirre
A
la Institución Libre de Enseñanza, a la República,
A
las pajaritas de papel que Miguel de Unamuno
Le
enseñó a usted a manufacturar
Con
las uñas pulgares y con un alfiler?
¿A
cuento de qué lo mataron a usted, a tres años
De
acabada la guerra? ¿Qué ganaron con ese crimen?
¿Qué
disfrute obtuvieron con toda una familia de dolor?
¿Y
a qué venía la orden de retirar su nombre del Espasa?]
…como
le iba diciendo, aquella niña arrodillada
He
aquí que hoy está al borde de sus ochenta años
¡lo
que es el tiempo, qué resistente, qué robusto,
Con
él no pueden ni el horror ni el crimen!
¡y
qué tristeza siente en su alma el tiempo
Cuando
por fuerza no lo puede todo!
Me
refiero, don Lorenzo, a que Francisca Aguirre
No
logró nunca hacer el duelo. Sépalo: nunca.
Al
tres por dos usted regresa y llena su memoria
De
angustia infancia espanto y lágrimas de oro:
Fíjese:
incluso en esas ocasiones
También
le sale afuera la luz del corazón.
Lo
que quiero decir es que esa niña de rodillas,
Como
sin darse cuenta, sin un ruido,
De
forma muy misteriosamente natural
(y
desde ya hace más de medio siglo, se dice pronto)
Se
esfuerza en enseñarme, a base de paciencia,
La
asignatura de la serenidad.
¡Qué
le parece, don Lorenzo! ¿Comprende usted
Por
qué he venido viejo al pie de su cadalso,
Por
qué provengo desde dos mil diez
Al
seis de octubre del cuarenta y dos
Pian
pianito, pasito a paso cerca de la noche?
Va
a amanecer, Lorenzo. Te van a ejecutar.
Menos
mal que he llegado a tiempo.
He
venido a traerte el medio siglo de viudez
Y
de coraje maternal que ejerció tu mujer
Antes
de irse contigo, cansadita, orgullosa.
He
venido a traerte en caudal a dos manos
Abrazos
testarudos de las tres niñas de tus ojos.
He
venido a traerte en mi bandeja genealógica
Saludos
de mi padre desde debajo de su tumba.
He
venido a traerte, firmada y rubricada,
La
certidumbre nuestra sobre tu dignidad.
Y
he venido a traerte aquesta pajarita de papel
Para
que en ella vuele la memoria de ti
Por
los biznietos de los nietos
Hasta
que sobre el aire quede escrito tu nombre:
“¡aguirreaguirreaguirre…!”
Así,
trino y Lorenzo a lo largo de España.
Ya
amanece, Lorenzo, amigo mío.
Ya
vienen. Te tocan en el brazo. Caminas.
Te
sientas. Le sonríes con piedad al verdugo.
Soy
un viejo. Dos ojos. Un grito. Una memoria.
He
venido a pedirte la mano de tu hija.
Dejo a continuación dos de mis poemitas favoritos de Paca:
Frontera
Yo, que llegué a la vida demasiado pronto,
que fui-que soy-la que se anticipó,
la que acudió a la cita antes de tiempo
y tuvo que esperar en la consigna
viendo pasar el equipaje de la vida
desde el banco neutral de la deshora.
Yo, que nací en el treinta, cuando es cierto
-como todos sabéis-que nunca debí hacerlo,
que hubiera yo debido meditarlo antes,
tener un poco de paciencia y tino
y no ingresar en este tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto.
Yo, que vengo pagando mi imprudencia,
que le debo a mi prisa mi miseria,
que hube de trocear mi corazón en mil pedazos
para pagar mi puesto en el desierto,
yo, sabedlo, llegué tarde una vez a la frontera.
Yo, que tanto me había anticipado,
no supe anticiparme un poco más
(al fin y al cabo para pagar
en monedas de sangre y de desdicha
qué pueden importar algunos años).
Yo, que no supe nacer en el cuarenta y cinco,
cometí el desafuero, oídlo,
de llegar tarde a la frontera.
Llegué con los ojos cegados de la infancia
y el corazón en blanco, sin historia.
Llegué (Señor, qué imperdonable)
con nueve años solamente.
Llegué, tal vez al mismo tiempo que él
pero en distinto tiempo.
No lo supe.
(Oh tiempo miserable e injusto.)
Estuve allí-quizá lo vi-
Pero era tarde.
Yo era pequeña
y tenía sueño.
Don Antonio era viejo
Y también tenía sueño.
(Señor, qué imperdonable:
haber nacido demasiado pronto
y haber llegado demasiado tarde.)
LAS MANOS
Pensamos porque
tenemos manos
Anaxágoras
Anaxágoras
Me
ha costado muchísimo educarlas
y no estoy muy segura de haberlo conseguido
porque la mayor parte de las veces
actúan por su cuenta se disparan
es como si tuvieran vida propia.
y no estoy muy segura de haberlo conseguido
porque la mayor parte de las veces
actúan por su cuenta se disparan
es como si tuvieran vida propia.
Algunas
veces he pensado que solapadamente
sin darle cuenta a nadie
es decir sin decírmelo a mí
que al fin y al cabo soy su dueña
estas dos lagartijas estas aficionadas al tanteo
han conseguido nadie sabe cómo
elaborar una Constitución y no contentas con eso
han llevado adelante un Estatuto
lo que supone para mí un auténtico caos.
sin darle cuenta a nadie
es decir sin decírmelo a mí
que al fin y al cabo soy su dueña
estas dos lagartijas estas aficionadas al tanteo
han conseguido nadie sabe cómo
elaborar una Constitución y no contentas con eso
han llevado adelante un Estatuto
lo que supone para mí un auténtico caos.
Porque
no hay forma de poner de acuerdo
a estas dos desgraciadas a estas dos inconscientes
que se pasan la vida peleando
defendiendo con verdadera saña sus derechos:
la solidaridad insobornable de la izquierda
el orden la cordura y el respeto que para sí reclama la derecha.
a estas dos desgraciadas a estas dos inconscientes
que se pasan la vida peleando
defendiendo con verdadera saña sus derechos:
la solidaridad insobornable de la izquierda
el orden la cordura y el respeto que para sí reclama la derecha.
Mientras
el cuerpo el miserable cuerpo del que viven:
el tronco las axilas los brazos y los antebrazos las muñecas
no encuentran la manera de aplacarlas
de hacerles entender que si se empeñan
esto va a terminar en un entierro.
el tronco las axilas los brazos y los antebrazos las muñecas
no encuentran la manera de aplacarlas
de hacerles entender que si se empeñan
esto va a terminar en un entierro.
Que
lo mejor sería que empezaran
a sacarle provecho a la distancia
al espacio que las separa equitativo
y a disfrutar del ritmo que produce
unirse de improviso una con otra
y jalear alegremente el hecho sorprendente y audaz
de que por fin la vida nos acerque aunque sea tan sólo
de manera fugaz como era de esperar.
a sacarle provecho a la distancia
al espacio que las separa equitativo
y a disfrutar del ritmo que produce
unirse de improviso una con otra
y jalear alegremente el hecho sorprendente y audaz
de que por fin la vida nos acerque aunque sea tan sólo
de manera fugaz como era de esperar.