"Atención al sol que se alza de la oscuridad".
Khalil Gibran, Lágrimas y sonrisas.
08.00 a.m. Encierros sanfermineros. Despertar. Desayuno. Dolor. Espalda. Sueño. Mucho. Ay.
09.30 a.m. Un curso que no importa. Echar de menos desde hace semanas. No saber porqué. No saber qué hacer. Saberlo inútil. Irremediable. No saber parar.
14.00 p.m. Saber que me voy. Antes de tiempo. Antes de lo previsto. Alguien habla, y yo pienso en el azul. Y no escucho. La ciudad que me escupe. La cárcel que me vomita.
16.30 p.m. Este cuerpo no soy yo. No soy yo. Mi ombligo no es mío. Mis piernas no son mías. Me disfrazo. Me obligo. Me transformo. Ansiedad. Asco. Hambre. Asco. Hambre.
17.30 p.m. Niño. Dinero. Excursión por un Madrid con viento y rebequita de rayas. Prisa. Canto a Quique González. Canto a Pablo Milanés. Canto a Paco Ibáñez. Poco tiempo para el tabaco. Para la poesía. Para la soledad. O no.
19.00 p.m. Recuerdo que algunas veces lloro. Como desde el estómago. Habitábamos la nada. El hielo. Pero hoy no lloro. Pero no hoy, no ahora, solo el recuerdo. Busco cualquier razón para dejar de pensarte. Quizás no me importe. Rezo el tango último.
20.00 p.m. Quizás aún no haya nacido. Y esté esperando. Y no recuerde. Y sea de día y esté cansada. Y sea mentira. Respondo a desconocidos. Pienso en vociferar. El viento es el testimonio del canto. De un canto. De mi canto. Quiero atravesar paredes, cortinas, y en su lugar muerdo el vidrio.
23.00 p.m. La noche es mi animal. Mi despertar. Mi insomnio. Mi diversión. El lugar donde todo empieza de nuevo. El juego donde no me pertenezco y no me importa.