martes, 24 de marzo de 2015

¿Por qué escribo?



(Sí, reíd, digo esto después de semanas sin escribir por aquí. Paradojas de la vida. Así somos).

Yo creo que también escribo para salvarme. Sé que no escribo tanto como debería. A veces tengo miedo. Miedo ¡a tantas cosas! al fracaso, pero sobre todo, miedo a la verdad. Pero al final necesito ese salvavidas que es la escritura y la poesía. Escribo para creer, igual que comunico. Escribo para tener fe. Para transformar, para dar forma a mi propio pensamiento. Para construirme éticamente. Escribo como en una búsqueda infantil. Porque me gustaría inventar los espacios que un día imaginé. Porque creo en la comunicación entre las personas. Porque creo en el lenguaje como herramienta y como fin en sí mismo. En la imagen. En el relámpago. En la madeja de lenguas, es donde quiero construir una trinchera al huracán. Una trinchera que sea huracán. Una arboleda, refugio abierto al visitante y al viajero. No hablo sobre pretensiones pero secretamente, las tengo. Escribo lo que no sé decir de otro modo. Escribo como forma de intercambio, de entendimiento, de esperanza. La soledad no es una respuesta a la escritura. Al menos, no solamente, sí causa. Jamás la comunicación tiene una finalidad solitaria. Sin embargo, Perfilo lentamente lo que digo, y me desdigo a menudo. Por eso no todo es decible, susceptible de ser mostrado. Escribo desde la entraña, desde lugares que no sé que existen hasta el momento exacto de ser nombrados. Escribo para no olvidar. Como hallazgo del fuego, de un pequeño halo de calor cotidiano. Como respuesta a la enfermedad de carácter. Como rechazo a la incomunicación. Reivindico la palabra como pilar social. Escribo como búsqueda, como pasatiempo, como resistencia. Y así.