sábado, 25 de agosto de 2012

Ben Brooks is alive.




"La gente grita. Quieren más cerveza. Empiezan otra canción. Ping está de rodillas. Ping cree que es muy bueno. Solo toca una nota. Estoy dentro de la nota. Esa nota es nuestra nueva casa, por el momento, que es para siempre".

Ben Brooks, Crezco.


Brooks es un gamberro. Es un teenager sarcástico, lúcido, inteligente, tierno, macarra y muy ingenioso. Hay mucho humor, sexo, exceso, drogas, ironía y también extrañeza. También mucha velocidad. Habla de la adolescencia desde la adolescencia: es arrogante, divertido y chulo, ágil y sincero (ni Murakami -mi odiado Murakami- ni leches fritas). Ben Brooks es real. Experimenta. No busca la moraleja. Su crueldad es tierna (¿o su ternura es cruel?). Vive. Por eso me gusta.

martes, 21 de agosto de 2012

El calor, José Hierro y los cuadernos de viajes.





"Transfigurado por la noche, oficio
el rito de la transfiguración
con libaciones de ginebra, bourbon,
whisky, tequila, ron, humanizadas
por el zumo de lima, ácida y verde,
que habla mi misma lengua con acento más dulce. 
Alguien me advierte que estoy solo".

"Alrededor, gira la ciudad, irrepetible,
giramos y giramos hasta morir,
porque por fin nos hemos descubierto".

J.Hierro.

Se supone que debería de estudiar y de seguir leyendo algunas cosillas, pero este calor solamente me deja tirarme con el ventilador cerca y esperar que pase el día lo más rápidamente posible. Hace un rato conseguí arrastrarme hasta la nevera, comer muchos hielos y continuar con Rimbaud. También el Cuaderno de Nueva York de José Hierro. Me gustan los cuadernos de viajes. Tengo además pendiente un post que aún estoy ultimando sobre la lectura de Cuadernos de Búsqueda de Javier Moreno, que pronto colgaré por aquí. 

Los tres últimos versos de la cita resumen mi amor hacia este libro. Me gusta el cuaderno de José Hierro por varias razones. En primer lugar, -las comparaciones son odiosas, pero ésta es inevitable- es curioso cómo afecta la ciudad en la escritura de cada escritor: mientras para Lorca Nueva York -y el cambio de su escritura- es un descubrimiento sorprendente y brillante de la gran ciudad, para Hierro ésta toma el papel de escenario sobre el que sitúa sus preocupaciones y referencias -muchísimas, tanto musicales (miles de referencias musicales) como poéticas, artísticas e históricas-. Su poemario tiene algo quizás de esa fascinación por la ciudad y la modernidad que obsesionó tanto a la vanguardia a la que tanto juego dio y da Nueva York, pero que a veces contrasta con el interés de Hierro por algunos motivos naturales, como el océano y el río y todos sus misterios. Se trata de una visión romántica de una ciudad-escenario que, en parte, alberga todas las ciudades, es decir, hecha en algunos aspectos con retales de referencias, también en la poesía de Hierro, en la que, más que la fascinación de la ciudad que nunca duerme, lo que encontramos es un escenario que es casi un estado mental donde la ciudad se recrea a sí misma. 

Esta lectura es casi una prolongación de un tema que me obsesiona, que es el de los viajes. Un viaje es una transfiguración, como el Nueva York de Hierro, es la mirada desde fuera y dentro de la ventana hacia un lugar nuevo. También el exceso y la soledad de los viajes. También la reconstrucción, la transfiguración, el espejo extranjero de uno mismo. En fin, es el calor, seguiré con los cigarrillos, masticando hielos hasta la madrugada y sin alejarme demasiado del ventilador. Disculpen las molestias.

domingo, 19 de agosto de 2012

Un cuerpo propio.





Hago listas, preparo posts, tomo algunas fotos, escribo algún poema:





una llamada telefónica
interrumpe la asfixia del domingo

después
vuelvo a esa sombra 
de gato
de agosto

algún músculo late
recordándome que nadie está a salvo del deseo

entonces

enciendo un cigarrillo
y pienso en la lluvia
más allá de los muslos