Hace
tiempo que conozco la poesía de Cristian Piné y nunca deja de impresionarme.
Cuando hace casi ya tres meses mi hermana me regaló Mecánica del Canto
-publicado por Amargord en su colección Hecho
en Lavapiés- sabía que no iba a ser un libro del que fuese fácil hablar,
pero del que sería indispensable hacerlo. Pido disculpas por la tardanza.
Los
poemas de Cristian juegan, entre otras cosas, con la sonoridad, pero también
con los juegos de palabras y los dobles sentdos. Además de filólogo, Cristian
es músico, y eso se percibe constantemente en su poesía. Desde las referencias
literarias hasta las musicales, pasando por los constantes juegos sonoros y
rítmicos y la ruptura del estilo tradicional de las figuras retóricas.
Cristian
utiliza metáforas sorprendentes, una cantidad enorme de imágenes chocantes que
llamaron mi atención desde el primer momento. Además, algo que siempre he
admirado de Piné es su tempranísima dedicación a la poesía y el dominio de sus
formas y referentes. Desgaja todas las posibilidades del lenguaje para crear nuevos significados.
La forma musical del lenguaje acompaña al
propio tono del poema, y es por eso que para quien lee su Mecánica o
asiste a uno de sus recitales –lo cual recomiendo encarecidamente, porque es un
espectáculo, imprescindible para cualquier fan de su poesía-, con toda esa
confusión de mensajes que se superponen constantemente, su humor, su ironía, la
integración de todo tipo de niveles de la lengua en su poesía, su asombrosa
capacidad de observación y poetización del entorno, la complejidad y la belleza de su lenguaje, el
diálogo directo que establece con el lector / espectador y el ingenio y la
lucidez de su discurso no pueden dejarle indiferente. ¡No le perdais la pista!
Algunos
fragmentos :
« Ella
ha visto Venecia en una taza
Y
su marido e un café con hielo
Sin
azúcar ».
« Mirad
cómo regreso sin que hubiera
Repartido
la noche a sus extraños. (…)
Introduces
tu mano
En
lo más hondo de un café,
Te
arrepientes de no haber sido
Una
enferma mental
Que
discute de noche con los astros ».
« En
el ser sosegado predomina
La
virtud silenciada del errante,
Del
ermitaño ingrávido durante
El
lento oscurecerse de la ruina ».