domingo, 13 de marzo de 2011

Un daiquiri.



"Porque no sé vivir sino en la apuesta

abrasado por llamas que arden sin quemarnos".


Luis García Montero.




Es graciosa la tranquilidad de una tristeza que es más sinsabor que tristeza. Algo así como un gusto amargo muy tenue al final de la boca. Nada más. Y es ahí cuando todo ha cambiado. Cuando rueda de nuevo, cuando estoy lúcida. No hay nada más. Una vez un hermano se hacía una pregunta (Mi hermano ama la vida / y a veces no lo sabe). No sabía si todo le daba igual o si se trataba de todo lo contrario. Yo no estoy segura. Pero me inclino por la llama, por mojarme los labios una noche de sábado, por el calor de quemarme. De arder siempre.

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