miércoles, 3 de octubre de 2012

Je m'en vais (extraños comienzos).



Pronto tomaré un tren hacia la patria gala. Tengo varias listas que cuelgan de mis paredes. Listas de equipaje. Listas de libros. Listas de burocracia que debo resolver. De gente a la que debo escribir. De supervivencia a mi precaria economía. Comienza el otoño y estoy en ninguna parte. Se resiente la garganta. Es extraño. El reposo. El lugar que ocupa el momento después de la enfermedad y antes de la total recuperación. Las mañanas son poco gentiles, y me cuesta despertar. La pierna no duele. Delante del ordenador, envío y recibo mil emails que dificultan o acaban por facilitar y solucionar mi partida y mi inscripción en la universidad. Me despierta la radio y el país me duele. Desayuno y me duele. Ordeno mis papeles y me duele. Miro a mi madre a los ojos y me duele. Por suerte, después de acabar con El Enigma, de Josefina Aldecoa, hoy leo Trenes hacia Tokio, la tercera novela de Alberto Olmos publicada por Lengua de Trapo en 2006. Es la primera novela suya que leo, y hay algo en su escritura que me recuerda a A.Fdez. Mallo y sus experiencias nocilleras -aunque más minimal, sí-. En fin, son solamente algunas primeras impresiones, y seguramente esté diciendo tonterías. Seguiremos informando.

Después, es así como miro a mi madre a los ojos. Así es como escucho las noticias en la radio, así, como bajo a hacer algunos recados domésticos, así, como me fumo algún cigarrillo, como mando algunos emails, o continúo haciendo listas. Libros, series y películas. Ésta es mi trinchera a este extraño comienzo del mes de octubre. Y todo es tácito hasta que Alberto Olmos dicta su sentencia en una frase: "Nos callamos. Miramos por la ventana. Le digo que tiene una vista fantástica. Él me señala un solar en construcción y me dice que pronto dejará de ver los rascacielos. (Mi vida es hacer viajes en tren para que me digan que no. Esa es mi vida)". Y fin.

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