Vivir sólo en una ciudad que no es la tuya no siempre es fácil. Además de aclimatarte al lugar al que llegas, hacerte con la ciudad, con la gente y con lo que has venido a hacer aquí (en mi caso la universidad), pasa algún tiempo hasta tener la sensación de que el lugar en el que vives (apartamento, estudio o lo que sea) es realmente un lugar habitable. Cuando vivía en París, entre los problemas de equipaje, la falta de espacio y limitaciones varias no podía estar muy al tanto de decorar mi casa y que fuese un sitio en el que no me diese pereza estar.
Desde hace algún tiempo ando reciclando cosas que pueden ser útiles para decorar un poco el estudio y que no sea un lugar tan frío como cuando llegué.
Como es un espacio bastante reducido, un par de velas de colores animan bastante, y el color de "estás de paso" de los muebles se soluciona con un par de mantelitos (ah, y la rosa que veis a un lado la dejé secar colgándola del revés):
A pesar de que no haya lugar para una planta grande, siempre alegra alguna florecilla:
También ando intentando reciclar algunos recpipentes de cristal (los botes y las botellas de cristal siempre me han encantado -quizás porque mi padre siempre los ha reciclado y los ha usado para pintar- y, si son bonitos, me da mucha rabia tirarlos pudiendo reutilizarlos). Por ahora los lavé bien, los metí en agua caliente para quitar las etiquetas y pegatinas varias, y ahora ando intentando saber en qué reutilizarlos. Uno de ellos lo usé como portalápices y otro como pisapapeles, en el que he metido algunas piñas que recogí ayer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario