miércoles, 21 de enero de 2015

Mujeres: Tamara de Lempicka, arte, poder y queer.







Siguiendo con el tag que comencé hace un par de semanas, hoy quiero hablaros de otra mujer impactante, inteligente, lúcida, renovadora y brillante en su época, y, por cierto, una de mis artistas favoritas. Se trata de Tamara Gorska, más conocida por su nombre de casada, Tamara de Lempicka, y es prácticamente contemporánea a Kiki de Montparnasse (hablé de ella aquí). 

Pues bien, esta pintora de origen ruso es una pionera del Art Déco, y tiene una vida fascinante y una transgresora personalidad. De familia acomodada, y carácter rebelde, de pequeña muestra una facilidad por el dibujo, y evita y aborrece la escuela hasta ser expulsada. Es entonces cuando en su casa deciden enviarla con su abuela a un viaje por Europa, donde conocerá el el arte y los grandes museos de Roma o París. A su vuelta, y renegando de su madre, que se ha vuelto a casar, se instala con su tía en San Petersburgo, donde estudia artes plásticas y conocerá al joven abogado Tadeusz Lempicki, con quien se casará unos meses después. Un año más tarde estalla la revolución, aunque durante un tiempo, la economía de la familia no lo notará en absoluto. Es, sin embargo, unos meses después cuando persiguen a su marido, que es encarcelado, pero la pareja es liberada por el cónsul de Suecia, amigo de Tamara, y en consecuencia emigrarán a Copenhague y posteriormente a París. 

Es aquí donde la cosa se pone más interesante: ante la falta de trabajo de Tadeusz y su falta de resignación ante la pérdida de su acomodado estatus social, será Tamara quien, gracias a su pintura, mantenga a un marido que se resigna a trabajar y a su hija, Kizette. Su decisión es firme: se tomará en serio su carrera en la pintura, y sacará adelante a su familia. Estamos en el periodo de entreguerras: mientras sigue clases de pintura en la Académie de la Grande Chaumière con pintores nabis como Maurice Denis o aproximándose a los preceptos neocubistas de André Lothe. Conoce y admira, además, la obra de Ingres, que visita a menudo en el Louvre. Pero, al contrario de lo que pueda parecer, a Lempicka no podemos englobarla en ninguna de estas categorías. Su obra comienza a hacerse cada vez más famosa y a protagonizar el Salón de Otoño, el de las Tullerías, e incluso los italianos, sobre todo en Milán. Es así como mantiene a su familia, inmortalizando, además, la vida bohemia de su tiempo. 

Pero, como decía, Lempicka tiene un carácter particular: sus personajes producen habitualmente reparo, escándalo, atracción, reticencia: se trata de personajes, generalmente femeninos, de estructura matérica y escultórica. Son mujeres voluptuosas, fuertes y con carácter, férreas. de mirada misteriosa, mujeres herederas de las femmes fatales, sensuales y caravaggiescas, enigmáticas y trágicas. Sus cuerpos son, en ocasiones, garçonnes, equívocos, queer. 

Lempicka es bisexual y no lo oculta. Ella misma dice que vive "una vida al margen de las normas sociales". En este tiempo instalada en París se divorcia, viaja por Italia, continúa exponiendo en la capital, participa en las ferias y salones más importantes del momento,  retrata y se enamora de sus modelos. Se volverá a casar en 1933 con el Barón Raoul Kuffner, un hombre adinerado, coleccionista de su obra. Recibe encargos de una gran parte de la élite económica norteamericana que frecuentaba París, y así fue como comenzó a descubrir Estados Unidos. Es en Nueva York donde aterriza tras el crack, y poco después estará haciendo castings de modelos en su estudio, jóvenes de la alta sociedad con quien Lempicka quería crear rumores. Como muchos otros artistas, de su figura se desprende un no pequeño dandismo, y un afán incansable por que la sociedad hablase de ella. Muchos de sus trabajos de la época (reinterpretaciones de Venus, vírgenes y figuras femeninas de la iconografía clásica) transgreden el cánon histórico de la mujer en el arte, pero la calidad de sus obras es distinta. Poco a poco desaparecerá del panorama artístico, y su nombre se olvidará cuando el Art Déco pasa de moda, hasta su recuperación en los años setenta.

En cualquier caso, admiro su figura porque se trata, como decía al principio, de una mujer sorprendente, sin miedos ni prejuicios, con las ideas claras y que saca adelante a una familia gracias a su pintura. Amante del éxito, del poder y del dinero, hace lo que quiere con su cuerpo y con su vida. Aunque me pregunto si su historia habría sido la misma si no se hubiese criado desde un principio en una familia acomodada y si habría recibido el mismo respeto en un entorno más lejano al lujo. ¿Qué pensais vosotros?


Más información sobre ella aquí


2 comentarios:

  1. Es una mujer artista sorprendente, con una obra que, pese a seguir los cánones del art deco, es perfectamente reconocible como suya.

    Besos!!

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    1. Exacto, y con una personalidad muy particular. ¡¡Gracias por la visita y el comentario!! Un beso

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