Quiero decir sin ser juzgada. Decirlo para mí primero y luego para los
demás. Tener tiempo. Vacaciones. Poder ir a la playa en
bicicleta sin pensar en nada más, exposiciones, festivales, amigos, excursiones y no
estar asustada por el dinero y el futuro y los equipajes. No quiero pasarme la vida haciendo maletas. Quiero hacer cajas y tirar todo lo que ya no me
vale. Quiero regalar todas mis cosas para no tener que ocuparme de ellas. Quiero
silencio, griterío, risas, tinto de verano y picnic. Quiero que no me duelan
las manos, que no me duelan los brazos, que no me duela el trapecio, el
omóplato. Organizar la retaguardia sirve para agotarme, para consumirme. No quiero estar cansada, quiero dejar de dormir. No quiero
estanterías vacías, conversaciones vacías, escombros temporales que
pasan sin darnos cuenta en trajines sin sentido. ¿Y qué si nuestros
cuerpos funcionasen con energía eléctrica? ¿Somos seres electrónicos? ¿Qué
pasaría si el amor, el miedo o la alegría fueran eso, corrientes eléctricas,
reacciones químicas? Sentirse libre es eso. Sentirse sola es eso. Sentirse
atrapada. Nueva. Antigua. Veleta o camicace. Organizar la vida en unas cajas y partir constantemente sin saber
dónde, cuándo, por qué.
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