miércoles, 29 de junio de 2011

Le coeur volé.





“Mon triste coeur bave à la poupe,
Mon coeur couvert de caporal :
Ils y lancent des jets de soupe,
Mon triste coeur bave à la poupe :


Sous les quolibets de la troupe
Qui pousse un rire général,
Mon triste coeur bave à la poupe,
Mon coeur couvert de caporal !”


Le coeur volé, A.Rimbaud.




"Mi triste corazón babea en la popa,


Mi corazón está lleno de tabaco de hebra:


Ellos le arrojan chorros de sopa,


Mi triste corazón babea en la popa:


Ante las chirigotas de la tropa


Que suelta una risotada general,


Mi triste corazón babea en la popa,


¡Mi corazón está lleno de tabaco de hebra!"





Recuerdo el verano en que empecé a fumar porque hacía buen tiempo. Recuerdo el tabaco, el humo apetitoso y espeso en la piscina. Recuerdo no tener gafas de sol. Nunca las tuve.


Recuerdo cómo evité gustarle al chico que me gustaba, -quizás por miedo, quizás por incredulidad-, y cómo, finalmente, apenas sucedió nada. Recuerdo el sabor a calimocho de barrio entre los labios, ir en coches de prestado, algunos amigos mayores que me acompañaban a casa, las manos manchadas de menstruación y un músculo que latía. Recuerdo la vergüenza que me hacían pasar mis pechos diminutos, y cómo los camuflaba, y fumaba, por despistar la atención, por distraerme, por darme una tregua.


Quizás los motivos para seguir fumando hoy, sean los mismos. Quizás haya querido ocultarlos tras la costumbre, silenciarlos, ignorarlos, encubrirlos de sociabilidad, de ritual y labios de ron añejo. Y seguir soñando con un cuerpo de arrecife que nunca tuve. Con una identidad que inventé, de gafas de sol y piscina. Y fumar por que parezca que no importa. Que nada me importa. Por olvidar que me importa. Por darle una tregua al disfraz dentro del disfraz, a un rostro que se traviste de sí mismo. Mi rostro, sí. Y mi cigarro. Y mi silencio.

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