El día en que abandonamos el alma empezamos a echarlo todo por la borda. Digamos, por ejemplo, olvidar nuestro nombre, dirección, familia. Digamos olvidar respirar, olvidar escribir, o tal o cual actitud que antes comenzábamos a asimilar. Digamos ofrecer las manos a la nada, priorizar, descansar, comunicarnos, tener una esperanza.
Dicen que Paris era una fiesta y no mentían. El fin de semana fue intenso, y grande, y emocionante. Entonces empiezo a darme cuenta de cosas. Un poeta dice, y yo respondo: nunca el corazón fue solitario.
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