jueves, 22 de marzo de 2012

Una autopsia poética: Nombela, esta tarde en el Ateneo Cultural 1º de Mayo.



Leopoldo María Panero escribió “yo soñé con arrancar la tristeza viscosa del mundo”. En este sentido, Soñé la Muerte y otros poetas no es un poemario, sino una intención. Tampoco un gran poema único, sino un laberinto de poemas que desemboca en infinidad de preguntas. El libro de Fernando Nombela podría parecer muchos libros en uno. En realidad, se trata de un diálogo interior que propone el autor a través de sus propias lecturas, realizando, no solamente un vaciado de sí mismo, sino también una autopsia poética del mundo, utilizando también para ello las perspectivas de otros autores.
Para realizar tal cosa, el poeta –que en este caso se expone como lector y escritor a partes iguales- organiza su obra en dos epígrafes, un primero en el que expone un texto con el que el lector puede establecer contacto con lo que el poeta quiere proponernos como su modo de entender la existencia, o lo que es lo mismo, una declaración de intenciones. El segundo epígrafe plantea, a modo de diario y anotaciones recopiladas, un diálogo con el presente y con el pasado a través de algunos grandes poetas de la Historia. En él, no solamente desarrolla mejor la primera propuesta de existencia, sino que va arrojando señuelos al lector, a modo de citas de libros o de anécdotas literarias, para que éste pueda seguir el camino poético y vital del autor, que ahora nos propone y expone. Fernando Nombela crea, de este modo, un collâge poético casi cubista, que liga tanto con el clasicismo como con la vanguardia para ser finalmente una radiografía del mundo moderno.


A través de sus diálogos con Cesare Pavese, Charles Bukowski, García Lorca, Quevedo, James Joyce, Homero, Sylvia Plath, Jorge Manrique o Dylan Thomas entre otros, el autor reflexiona y disecciona una serie de cuestiones que marcan nuestro tiempo: el sexo, el miedo a la muerte, la relación del hombre con lo cotidiano, el vértigo de lo desconocido, el pensamiento de suicidio, la existencia de Dios, la (re)definición de la belleza, los caminos del arte o las razones para escribir son algunas de ellas.


En cuanto a su escritura, Nombela escribe abandonándose por completo al pleno acto de escribir, como explica él mismo en sus Notas para una posible poética. “Escribir como se fuma, como yo bebo, como te pones, como follamos: con abandono”. Su obra no es un poemario porque está escrita desde dentro mismo de la poesía y su clasificación se hace más compleja. “Nada puedo decir acerca de la poesía, ni crítica ni teóricamente, si no es con un poema, si no es mediante la poesía misma. Desde dentro. Afuera no sé escribir. Afuera no sé qué escribir. Qué es. Esto”, dice Nombela, quien se desenvuelve especialmente bien en poemas breves y en prosa poética, de estilo casi casual, pero de gran elaboración, donde el lector, a través de los señuelos, encuentra pequeñas revelaciones entremezcladas con juegos de palabras y guiños a otros textos. Su escritura tiene además un gran componente de evocación plástica y visual, casi pictórica. La obra de Nombela supone una propuesta de escritura para un mundo fragmentado. “Fragmentos / que no eran / nuestros: éramos / nosotros”, escribe.


A pesar de que su “abandono” podría provocar un aparente caos, la escritura de Nombela viene acompañada de una delicada organización y clasificación de sus textos, gracias a la mirada distante del poeta sobre sus propios escritos y de la cuidada tarea editorial de la mano de El Sastre de Apollinaire, que ofrece al lector, no solamente un texto de buena calidad poética, sino además, una atractiva estructura literaria y una publicación cuidada y un diseño sencillo y elegante.

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