"Quiero decir que incluso el destino químico afecta a la poesía de manera violenta, un azar que aparece entre los volúmenes y las mascarillas. (...) Ya está bien de pamplinas. (...) La poesía está hecha de pulsaciones eléctricas y precedentes en desorden".
Juan Carlos Mestre, La Bicicleta del Panadero.
10.00 a.m: Desayuno y ordeno mis cuadernos. Reorganizo una habitación que he tenido olvidada recientemente. Libros, libros, libros, no me caben más libros. Los meto en cajas, los subo estanterías arriba, los cambio de lugar hasta desistir.
Aquello que veis en la primera foto es una de mis grandes obsesiones: soy una fanática de los cuadernos. De todos los tipos, los tamaños, las texturas... Digamos que los colecciono y que soy incluso maniática: no puedo soportar los folios cuadriculados. Los escribo conforme los compro o me los regalan, con escrupuloso orden cronológico (¡debe de ser una de las pocas cosas para las que soy al cien por cien ordenada!). Todos están fechados, y en su primera página anoto su procedencia.
Aquello que veis en la primera foto es una de mis grandes obsesiones: soy una fanática de los cuadernos. De todos los tipos, los tamaños, las texturas... Digamos que los colecciono y que soy incluso maniática: no puedo soportar los folios cuadriculados. Los escribo conforme los compro o me los regalan, con escrupuloso orden cronológico (¡debe de ser una de las pocas cosas para las que soy al cien por cien ordenada!). Todos están fechados, y en su primera página anoto su procedencia.
Pero los cuadernos que veis no están escritos. Quizás por ser demasiado bonitos son cuadernos en los que nunca he podido escribir. Me da miedo tacharlos o ensuciarlos... y cada uno proviene de un lugar distinto, y es especial por algún motivo, un día de éstos hablaré de ellos, porque cada uno tiene su historia.
La poesía está hecha de cotidianidad, y algunas veces hay que ordenar la cotidianidad. Parece que este fin de semana es una de esas veces.
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