domingo, 28 de octubre de 2012

Mon arrivée à Montpellier



Después de una semanita desde mi llegada, de instalación, mudanza y gestiones administrativas, os dejo un poemita que escribí hará un par de días, pero no habla de la ciudad. Montpellier es una ciudad acogedora. La gente es simpática. hay familia, -viejos amigos, familia-. Hace frío y un viento espantoso. Montpellier huele a chimenea. Hay voces que hablan en idiomas distintos. Y hay escenas que merecen reseñarse: hacer tiempo en la lavandería, la espera del tren, o el olor a chimenea. Me gusta Montpellier.



No hay nada de romántico en el cielo
ni tampoco
hablaré de los labios
no evocaré al poeta
que me enseñó a llamar a todo por su nombre.

Hoy la literatura está en mi cabello sucio
en la temperatura de mis manos
en los ocho minutos que tardará en llegar
el próximo tranvía.

Hoy la literatura
es la cuna cruel de la rutina
la estaca de lo extraño que crece de mi pecho.

Sin embargo
todavía algunas veces
dejo nacer la infancia
la elevo más allá de mis propios muslos.

La juzgo, la ultrajo, la añoro, la aborrezco.

No tengo más que dar:
la belleza (lejana y sórdida)
se encuentra en otro sitio.

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