jueves, 31 de diciembre de 2015

2015 en nueve palabras.



Si tuviese que resumir este año en pocas palabras, elegiría compromiso, voz, familia, feminismo, amor, vocación, resistencia, compañerismo y aventura

Compañerismo entre emigrantes, amigos, camaradas, compañeros de lucha y de ideas: los amigos migrantes, los compañeros de vida, la Marea Granate, Izquierda Unida, la familia que uno se construye cada día y que es la que más cuenta, la que más vale y por la que uno pelea más. Gente con la que se comparte un compromiso común. El compromiso (o los compromisos) con la humanidad, la dignidad, con los derechos y las luchas sociales, con una sociedad más justa y contra la mercantilización de las identidades, los individuos, los sentimientos. Y es así como se construye la familia. Repensar las estructuras familiares, sociales, humanas. En 2015 -como siempre- ha sido necesario redefinir -y nunca acabaré de perfilarlo definitivamente- el significado de esa palabra, porque la familia no es solamente la sangre (en mi caso, lo es) sino también aquella que vamos edificando a lo largo del camino: los amigos, las sabias, los camaradas, el sentimiento de hermandad que se crea en las circunstancias más solitarias, más inesperadas (GRACIAS).

Y ese compromiso no abarca únicamente causas políticas o sociales (qué digo, cualquier decisión en la vida es política, cualquier causa es una opción social), sino también personales, creativos, de proyectos personales: escribir, rescribir, tejer y destejer, cantar, terminar proyectos empezados y comenzar con nuevas ideas. Porque la estética es ética, es una postura social, es también un modo de resistencia. Ese compromiso es, además, un compromiso con una vocación profesional: la creencia de que la enseñanza es y debe ser un pilar para una sociedad mejor, y saber que no es baladí la responsabilidad de mi trabajo, pero también divertirme, trabajar duro para conseguir unas condiciones de vida y de trabajo dignas, comprometerme a no desistir en estudiar y seguir preparándome para ello. No desistir. Entender que la palabra es el único arma que tenemos. La voz

2015 ha sido redefinir también palabras como amor, en el sentido más amplio del término, fuera de corsés sociales, de etiquetas, de significantes sin significado, de cárceles de lenguaje, el amor-bosque, amor-ciervo, el amor-viaje, y otro millón de amores posibles descubiertos y por descubrir. Y redefinir las identidades de género como herramientas de opresión o de liberación, el feminismo como lugar de comunidad, de hermandad, de encuentro, de respuestas, y el encontrar a tanta gente fantástica gracias a eso. 

Y finalmente, la aventura: la aventura como recapitulativo de la vocación, del amor, del feminismo, de la construcción de nuevos discursos, del viaje, de establecer un sentimiento de comunidad en los lugares y las circunstancias más inesperados, de desaprender las convenciones para escribir uno mismo la historia a su manera. 

Y si debiese formular un deseo, sería lo siguiente: más viajes, más familia, más compromisos, más palabra, luchas, amor, resistencia. ¡Más aventuras en 2016!




domingo, 6 de diciembre de 2015

La reliquia, la memoria, el cuerpo, la catedral, el amor: algunas notas.

Óscar Delmar




Te vas y todo es nuevo, algo está vacío, bajo mi antigua mano el pezón, bajo mis dedos el recuerdo del rostro, el cabello brillaba. Abismo de humedad, y sin embargo tú te embarcas hacia la ciudad-monumento del fracaso, a la ciudad eternamente inconquistable. Paradojas y bellezas del lenguaje: tú en el imposible. Y aún, bajo mi lengua, el fantasma de tu cuerpo. ¿Qué dejaste bajo el hueco de mi mano? Intento olfatearlo, el abandono involuntario causa su efecto. Lo sabía, lo esperaba, forma parte del rito. Mi cuerpo se construye en el hueco de tu cuerpo mientras duerme. No siento la orfandad pero conozco esa iconografía: dejaste una pestaña en las puertas de mi casa. La guardé, como parte del pacto que firmé conmigo misma y con los símbolos. En este umbral, espero.

viernes, 30 de octubre de 2015

La vida líquida (fragmentos).

Ilustración de Sara Morante




I.

(...)

Demasiado hablo y sin embargo
poco es lo que sé.
Y yo quiero cantar una Alegría

y solo balbuceo.

II.

Tengo la voz quebrada para el canto
pero quiero
decir.

(...)

III.

Quiero decir que hay algo por encima del cuerpo
de los hombres
que existe alguna red sobre nosotros
y a algunos nos enlaza.
Quiero decir que no quiero decir una etiqueta
que no quiero
besar y no saber
pero no sé
y quiero.

IV.

(...)

A menudo nos sorprenden los símbolos.

V.

Pero pienso en el beso y me sonrío.
La sólida compañía de tu voz, la extraña mística que tu cuerpo
festeja y desprende.

VI.

(...)

Qué el amor
el amor es global
como el efecto del vino es global
como la muerte
como la piel, global, como la música o el hambre.

domingo, 18 de octubre de 2015

Aniversario emigrante.





Escribo este texto con un nudo en el estómago que hacía años que no sentía. Hoy llueve, y estoy resfriada después de la llegada repentina del mal tiempo a Montpellier, pero me he envalentonado y he bajado a hacer la compra. Caminando hasta el mercado, me he dado cuenta de que con este clima llegué a Montpellier, y se me ha ocurrido mirar la fecha para darme cuenta de que un día como hoy, hace tres años, tomaba un autobús con el que llegaría temprano la mañana siguiente a esta ciudad del sur de Francia en la que nunca había estado, pero en la que tenía un amigo. Hacía mucho tiempo que no pensaba en ello. Acababan de operarme de un tobillo tres semanas antes, y era la primera vez que soltaba mis muletas. El viaje duró quince horas, y mi amigo Rober vino a buscarme a la estación, me llevó a desayunar y con su mujer Adéline, me ayudó a hacer algunas gestiones. 

Pero ¿qué hacía yo yéndome a Francia? para eso habrá que remontarse a un tiempo antes. Yo había terminado la universidad hacía tres años, y desde entonces había trabajado dos años sin contrato, había intentado ahorrar sin éxito (no llegaba a los cuatrocientos euros al mes) y vivía con mis padres. En septiembre de 2011 me llamaron para trabajar en la Dirección General de Patrimonio, en la Comunidad de Madrid (elecciones were coming) y durante ocho meses tuve un trabajo estable, que me gustaba, y en el que cobraba un sueldo digno con el que empecé a ahorrar. A pesar de que me gustaba mi trabajo, no había posibilidad de tener otro puesto relacionado, ni de opositar, y en lo que a mi experiencia en el mercado del arte respecta, había salido algo decepcionada. España estaba en plena crisis, pero nadie lo decía aún abiertamente. De golpe comenzaron los recortes y el 15 de Mayo de 2011, y de 2012 salimos a la calle. Mi inexistente economía no me había permitido inscribirme a ningún máster, aunque sí que había empezado estudios de filología hispánica a distancia, y cuando conseguí el puesto en Patrimonio decidí ahorrar para seguir estudiando, porque, decepcionada del  mundo del arte contemporáneo, de su ambiente y de sus escasas, precarias y a veces controvertidas salidas profesionales, hacía ya tiempo que me planteaba ser profesora de idiomas. Había estudiado inglés y francés toda la vida, y me había dado por el portugués los últimos años. Vengo de una familia de docentes, admiraba la capacidad de los profesores que te provocan interés por una lengua y por una cultura, y poco a poco había llegado a la conclusión de que quería hacer lo mismo. Quería enseñar el español a extranjeros, darles una herramienta para que conociesen una(s) cultura(s) tan amplia(s) y variada(s) como la hispanohablante. Hacía un par de años que miraba másteres que pudiesen interesarme, de enseñanza de español como lengua extranjera, pero en España no había demasiados públicos, y era muy difícil ser aceptado, sobre todo si no eras filólogo. Así que empecé filología por la UNED, mientras trabajaba sin contrato, y después mientras trabajaba con contrato. Por entonces solicité varios másteres, pero finalmente ninguno me aceptó, y en ese lapso de tiempo mi amigo Rober me habló de que en Francia los másteres eran mucho más baratos.  Ese año multiplicaron por tres las tasas universitarias en España, y lo que yo había ahorrado solamente me permitía hacer un año de máster y seguir viviendo en casa de mis padres, mientras que si marchaba a Francia, podía permitirme sobrevivir un año por mi cuenta y pagar las tasas universitarias. Hice los cálculos y rellené mi solicitud. Para mi sorpresa, me aceptaron, y con poca antelación y dos muletas (llevaba nueve meses de escayolas e intervenciones) compré un billete de autobús y me vine a Francia recién operada, dejando las muletas a mis padres a las puertas de la estación. 

Y así fue como quince horas más tarde, llegué a Montpellier, donde me esperaba Rober, -a quien, junto con Adeline, nunca estaré suficientemente agradecida- hace ahora tres años.  Desde entonces vivo aquí, me he ido adaptando, sobreviviendo y mejorando mi situación. Terminé el máster, y he conseguido salir adelante hasta ahora. Lo cierto es que habría muchas cosas de las que hablar, pero un día como hoy, que en otras ocasiones se me ha pasado incluso desapercibido, pienso en cómo llegué aquí, y cómo fue el primer año. Esperando volver a España en vacaciones, llamando casi todos los días, preguntándome cómo sería mi vida si me hubiera quedado, y otras mil cosas. En ese momento sentí que había perdido. Que no había sabido cómo hacer las cosas. Que no había tenido suerte, y que, quizás, yo me lo había buscado. Poco a poco entendí que no era yo la única persona que hacía las maletas y se marchaba a otro lugar a buscar trabajo. Éramos muchos. La publicidad engañosa de esa España próspera, emprendedora, en la que "querer es poder" y uno se hace a sí mismo, nos había jugado una mala pasada a unos cuantos. No eramos ni-nis, sino víctimas de un sistema económico injusto, corrupto y asfixiante. Un sistema en el que, como ha escrito hoy un amigo por aquí, no nos enseñan a perder. Perder está prohibido. Durante un año estuve casi escondiéndome de mi propia situación. No contaba a nadie por qué había venido realmente, ni qué había hecho los últimos años en España, en parte, tal vez por vergüenza y por culpabilidad, y por otro lado, porque no era consciente del todo de la magnitud de las razones reales. Un año y medio después comencé a juntarme con españoles, y fue eso lo que me hizo ser consciente de la realidad de nuestra situación, y de su carácter global. No era la primera ni la última. Tampoco era la primera vez que esto sucedía, ni mucho menos. Comencé a conocer a emigrantes españoles de otras generaciones. Así fue como volví a militar en los movimientos sociales, esta vez desde el extranjero en la Marea Granate, y me interesé por militar por primera vez en mi vida en un partido político, en Izquierda Unida. ¿Quiere decir esto que no habría venido a Francia si no hubiera existido la crisis económica? no necesariamente. Quizás habría venido. Muy posiblemente habría venido. Pero no en estas circunstancias. Habría venido con un trabajo, o de vacaciones. Habría venido para disfrutar de un país que siempre he admirado y amado, pero no necesariamente para intentar buscarme la vida porque las oportunidades me son negadas en mi país, y seguramente, si hubiese venido en cualquier otro caso, no necesitaría justificarme, y decir que este tipo de circunstancias se dan simplemente, no por un problema personal (tópicos tan habituales como el de la gente que "viene a robar trabajo", el de la gente que "viene a vivir del Estado"...), sino estructural. 

No me gusta dar discursos políticos ni técnicos, y no me siento con los conocimientos globales suficientes, pero lo que sí puedo decir - y lo digo desde las tripas- es que creo que el sistema tardocapitalista en el que vivimos está totalmente deshumanizado, y que cualquier persona que no alcanza los límites de aceptación social marcados por él, se convierte automáticamente en un perdedor. Y de un tiempo a esta parte he aprendido que los trabajos que tienen que ver con lo social, las movilizaciones ciudadanas o hechos como asociarse y compartir, son, en sí, una resistencia, y, creo, la única resistencia posible. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Bluseando: las Guerrilla Girls.




Sé que tengo que actualizar más a menudo, pero últimamente no tengo tiempo ni para respirar... hoy escribo este mini-post para contaros que ya ha salido el número 4 de la Revista Blusa, donde participo, esta vez hablando de las Guerrilla Girls. Pero también hay también mucha gente estupenda que escribe cosas muy interesantes (como la ilustración de la portada, de Luci Gutiérrez) ¡No os la perdáis! Pulsa AQUÍ para descargártela.

martes, 8 de septiembre de 2015

Óptica animal.



Miro la vida desde fuera. Contemplo desde una distancia prudencial, tal vez premeditada pero no recuerdo de cuándo data la vista. Existe una longitud, una fosa que me separa de las cosas, como un filtro de impresiones, una especie de celulosa que destila la emoción hasta perfilar sus contornos. Mis pupilas son las de un felino, y miro el líquido perfecto, la gota minúscula de ese alfiler, esa impresión precisa que transformo en palabra. Pero toma su tiempo. Calculo la longitud entre mi cuerpo y el mundo, pero también nado en la piscina-mundo, aunque dejando ahora el pelaje a secar al calor. Aún así, el olfato, la vista, los sentidos se me han ido afinando poco a poco. Hay también momentos en los que el filtro tiembla, es  cada vez más fino, la distancia se estrecha y el ojo se desenfoca. Soy animal detrás del verdor, contemplando el miedo, las presas, la paz, el peligro, la suciedad, la ternura. Y aquí me quedo.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La vida, Marcos Ana.



Una de las lecturas que más me han impactado este verano ha sido la de Decidme cómo es un árbol, las memorias de Marcos Ana, poeta y preso político español, publicado por Ediciones Umbriel. En ellas –alternando sus recuerdos por supuesto con sus poemas, cartas, diarios, etcétera- relata su infancia, sus primeros años de juventud que coincidieron con la victoria del Frente Popular y el estallido de la Guerra Civil, su detención y torturas, y los veintitrés años que pasó en la cárcel, convirtiéndose en el preso político que más años pasó en los penales franquistas; su primera condena a muerte y su error formal, su segunda condena, la espera inhumana a ser fusilado, el compañerismo en la cárcel, su liberación y su largo exilio en el que trabajó para defender a los presos políticos, denunciar a la dictadura por todo el mundo y abogar por una reconciliación nacional y una vuelta a la democracia. Y en lo que tiene que ver con su escritura, lo que sin duda más me ha impactado es su sencillez y su franqueza. El lenguaje tan cercano con el que redacta sus memorias, pero además, con el que escribe sus poemas, un lenguaje preciso, llano, próximo y sin pretensiones. Creo que la voz de Marcos Ana –y su figura- es un icono viviente de la historia de nuestro país, y que Decidme cómo es un árbol es un libro indispensable, por su compromiso político, poético, y sobre todo, humano.





Aquí algunos poemas:

LA VIDA


Decidme como es un árbol,

contadme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros,
habladme del mar,
habladme del olor ancho del campo
de las estrellas, del aire
recítame un horizonte
sin cerradura y sin llave
como la choza de un pobre
decidme como es el beso de una mujer
dadme el nombre del amor
no lo recuerdo
Aún las noches se perfuman de enamorados
que tiemblan de pasión bajo la luna
o solo queda esta fosa?
la luz de una cerradura
y la canción de mi rosa
22 años, ya olvido
la dimensión de las cosas
su olor, su aroma
escribo a tientas el mar,
el campo, el bosque,
digo bosque
y he perdido la geometría del árbol.
Hablo por hablar asuntos
que los años me olvidaron,
no puedo seguir
escucho los pasos del funcionario.



MI CORAZÓN ES PATIO

A María Teresa León

La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.

Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.

Pero el mundo es un patio
(Un patio donde giran
los hombres sin espacio)

A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
y entonces, digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando”.

Y oigo colinas libres,
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi cadalso.

“Es la vida”, me dicen
los aromas, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho…

Pero soñar es despierto
(mi reja es el costado
de un sueño
que da al campo)

Amanezco, y ya todo
-fuera del sueño- es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.

¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!

Yo ya creo que todo
-fuera del sueño- es patio.
(Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos).

Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo,
-hasta en el sueño- es patio.

Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
mi corazón, que tiene
la forma gris de un patio.
(Un patio donde giran
los hombres sin descanso)




Más sobre él en francés, aquí y aquí

sábado, 29 de agosto de 2015

Lo que no cuento.







Había en su boca una lluvia de pájaros roncos, una afonía sabia. También el silencio de una sala de cine, la soledad del patio de butacas, saber que nadie ha muerto todavía, después de la película. Había confianza y despreocupación en mis pulmones y demasiada blancura aún en mis muslos sucios. La ciudad era amable, el tiempo lento, las tardes eran una terraza abierta a un desierto de tejados. La ciudad me ofrecía todos sus fantasmas. Decidí callar, reír, jugar a que era otra y que todo había cambiado. Era cierto. Fue quizás esa intemperie tan cierta la que me rescató de mí misma. Fueron quizás los animales de secano. El comienzo del no-tiempo, del no-minuto. Una laguna azul y algunos arbustos. Las ciudades se postraban a mis talones, me ofrecían su suciedad, su cielorraso, su sequedad, sus fiestas, sus miradas anónimas en un eco coral. La evidencia de saber que estaba viva alejó el miedo. Después, durante los viajes, fui turista de bocas y todo tenía sentido. Ahora pregunto. Busco piel en la negrura y ansío bestia solitaria en mitad del acantilado del futuro. Quiero tenerlo todo, y que se desvanezca. Quiero abrazar el polvo, el latido de la piedra, tocar la vida con mis propias manos. Pero hay un silencio terriblemente cotidiano, como telón de fondo. Ahora las aves me devoran los labios. 

jueves, 27 de agosto de 2015

Volver.


Y estas son mis vestimentas chamuscadas por el fuego.
Y estos son mis trebejos de vidente.
Y este es mi rostro desfigurado.
Un rostro que pudo ser hermoso y no lo supo.

Wislawa Szymborska.

sábado, 8 de agosto de 2015

Cerrado por vacaciones.



Quizás sea un poco tarde para avisar de que estoy de vacaciones. Sí, llevo quince días de pendoneo, después de tres años sin recordar siquiera lo que eran las vacaciones de verano en toda regla. Veraneo madrileño: Malasaña, Lavapiés, la sierra... en fin, este pequeño post para decir que sigo escribiendo, que a finales de verano saldrá el próximo número de la Revista Blusa en el que participo y que no os podéis perder, y que seguimos amando el idioma, la poesía y la cultura, pero que estaré de vuelta después de unas bien merecidas vacaciones.

¡Abrazos, a disfrutar y a ser felices!


miércoles, 22 de julio de 2015

Resistir (fragmento).




(...)
Prefiero este deseo palpitante,
la boca expuesta, dócil ideología, soledad
extremo hueco, salitre en las papilas
de una lengua
insaciable de mar.

Aguanta el cuerpo solo, y sus fantasmas.
Soy una, y en este cuerpo quedo, y así me repliego
me habito, me comparto, resisto.

lunes, 22 de junio de 2015

Poema: Música muscular.

Ilustración de Anneli Olander.





Abrir así los ojos, los oídos escuchar
el canto de las aves,
el silencio de trigo el espigar de los insectos
durmientes en el agua.
También
el tacto molusco, el avivar del recoveco del cuerpo
la palpitante música muscular,
el hálito del habla de los suelos
asfaltados.
Olvidamos un día la magnitud, pero ella
nos encuentra todavía

en cualquier parte.

sábado, 13 de junio de 2015

Unas notas sobre Blusa: ilusión, tribus, feminismo y nervios.

Ilustración de Sara Morante.



Como algunos ya sabréis, soy una gran aficionada de la Revista Blusa, publicación feminista de creación y ensayo dirigida por Carmen G. De la Cueva y Sara Herrera Peralta, que se publica a través de internet gratuitamente y que va ya por su tercer número. 

Desde un principio me convenció y me atrajo el formato, las ilustraciones, el estilo, el enfoque feminista de la creación y todas las posibilidades que ofrecía. La alta calidad de sus artículos y la participación en sus páginas de personas a las que llevo admirando años a través de las redes sociales, de las páginas de los libros y de los blogs, terminó de convencerme y he sido una adicta a Blusa desde el primero hasta el segundo número, hasta que me decidí a ofrecerme como colaboradora para una posible sección de artes visuales. Y aquí estamos. En este mes hablo sobre Nikki de Saint Phalle, artista francoamericana de las últimas décadas, icono del feminismo. 

Pero en las páginas de este número de Blusa podéis encontrar cosas tan fantásticas como las estupendas ilustraciones de Sara Morante, la poesía de Martha Asunción Alonso, Lola Nieto Alarcón, Sofía Castañón, los poemas traducidos de Etel Adnan por Teresa Soto, las fotografías de Soledad Córdoba, los cuentos de Sibisse Rodríguez y de Roxana Popelka, la importancia del feminismo islámico, flamenco, asociaciones de gitanas por la igualdad, o una crónica biográfica sobre la infernal vida de la joven escritora Martha Gellhorn, entre otras muchas cosas.

En fin, que es un orgullo aportar mi granito de arena entre tanta buena gente que hace trabajos tan buenos. Aquí os dejo el link y aquí el documento en issuu. ¡¡Espero que os guste, que disfrutéis la revista tanto como yo, y muchísimas gracias a Carmen y a Sara por acogerme en tan buenas páginas!!


lunes, 1 de junio de 2015

Diario: si hubieseis visto su rostro

La fotografía es un fotograma de la película América América (1963).



Por eso es necesario aprender. Por eso. Por eso. Porque me he cruzado esta tarde con un chico en el tranvía hablando español, escuálido, desesperado, sin dinero. Le han estafado, ha venido con una maleta, un bocadillo y una chamarra en busca de trabajo en el campo porque le quedan dos meses de subsidio. Y una empresa española le ha engañado para venir a trabajar a Francia. Ha gastado sus últimos ahorros en venir a por un contrato que finalmente no ha firmado. Solamente quiere trabajar. Tiene los ojos desencajados y el rostro agotado. Me dice que él quería haber estudiado, pero que no. Que había estado viajando desde los quince años con su madre por España, buscando de qué vivir. Que había trabajado en la construcción y que durante una larga época ganó dinero y nunca pensó que fuera a tener problemas en el futuro. Que venía de Valencia haciendo autoestop y había gastado sus últimos euros en un blablacar que le habían anulado. Que llevaba cuatro noches durmiendo en la calle y pasando frío, y que no sabía cómo volver a España, ni decir ni una palabra de francés y estaba desesperado. Por eso es necesario decir. Por eso es necesario aprender. Por eso hoy, después de intentar ayudarle he maldecido el estado español, y tras agradecer a mi familia y a los dioses tantas cosas, he recordado que aún somos afortunados, y que tenemos que seguir aprendiendo y luchando para que no pasen más cosas como éstas.

domingo, 31 de mayo de 2015

Notas sobre la Feria del libro de Montpellier: España en la palestra.

Ilustraciones de Lucile Placin










Este fin de semana ha tenido lugar la Comédie du Livre, la feria del libro de Montpellier y alrededores. Este año España y Portugal han sido los países invitados. La feria como tal dura tres días, del viernes 29 al domingo 31, aunque ya desde hace meses en Montpellier y alrededores las mediatecas, bibliotecas municipales y otros colectivos organizan actividades en torno a ella. 

Como inconveniente diré que la corta duración de la feria implica que haya muchos actos al mismo tiempo, por lo cual el asistente debe de elegir qué es lo que prefiere ver. Por esa razón yo me he centrado en la literatura española, dejando de lado las manifestaciones de nuestros hermanos portugueses.

Como algunos ya sabréis o imaginaréis, el sur de Francia en general y la región del Languedoc Roussillon en particular, existe un especial interés, historia común y lazos con España. En este contexto se engloban las presentaciones de documentales y documentos radiofónicos sobre la Retirada, charlas/espectáculo sobre el exilio español, etcétera. Además este año algunos de los autores invitados han sido Bernardo Atxaga, Belén Gopegui, Suso de Toro, Lucía Etxebarría, Manuel Rivas o Andrés Trapiello. 





Entre otras actividades y asociaciones, algunos de los debates organizados se centraron en la cuestión de la lengua y cómo ésta puede construir una identidad. Muy interesante la protagonizada por Bernardo Atxaga, en la que se planteó el significado, la importancia y la potencia política, creativa, familiar, estética del uso de la lengua vasca en su escritura. Así es como otros autores como Suso de Toro o Sergi Pàmies han participado también en presentar y animar talleres sobre sus lenguas, animados por la Hispanothèque, asociación española de Montpellier. 

Alguna que otra cosa me ha resultado bastante decepcionante, como el interés por vender y mercantilizar movimientos sociales y políticos en España, en el caso de la charla/debate en torno al libro "Claro que Podemos" publicado por Libros del Tigre de Barcelona, cuyo editor, Enrique Murillo, además de no haberse preparado la intervención, intentó dar una especie de clase sobre la historia reciente de España, en un tono jocoso, sarcástico, irrespetuoso y muy falto de rigor informativo.

En lo que a poesía se refiere, el ya nombrado Trapiello, así como los autores Dani Orviz -que es ya un imprescindible en la región con su "Mecánica Planetaria"-, Noni Benegas y Janine Gdalia han protagonizado este año la feria. También Andrés Trapiello comentó y leyó algunos de sus poemas en un acto dedicado a su escritura poética, y naturalmente algún que otro clásico: un pequeño acto en torno a la figura de García Lorca y un recital/proyección/espectáculo en el que participé, en torno a la figura y la poesía de Rafael Alberti. 




Pero mis encuentros favoritos en esta Comédie du Livre de 2015 han sido quizás los más inesperados: la charla de Belén Gopegui en torno a su obra, el encuentro con Cécile Coulon -joven autora francesa que está arrasando con sus ya numerosas novelas- y el descubrimiento de las ilustraciones de Lucile Placin, que encabezan este post.


lunes, 25 de mayo de 2015

Soy madrileña.



Nací en una ciudad maravillosa, en la que he vivido 24 años de mi vida, hasta que las circunstancias económicas y sociales me hicieron emigrar a estudiar y buscarme la vida en otra parte. Aún así, antes que española y casi antes que cualquier otra cosa, siempre digo que soy Madrileña, y de Lavapiés. 

Cuando nací, en el año 86, mis padres vivían en la calle Hortaleza, en pleno barrio de Chueca, donde habían crecido mi padre y mi tío, en plena Movida. Cuando nació mi hermana nos mudamos a un barrio más tranquilo y menos incómodo, así que nos trasladamos al Barrio de la Estrella. Allí fuimos al colegio y al instituto. Vivíamos en Conde de Casal, en una urbanización con jardines y árboles, y parques interiores, donde jugábamos con los vecinos. Íbamos andando al colegio, conocíamos a los trabajadores de los comercios locales, a los compañeros del cole que vivían cerca, y hacíamos vida de barrio. Mi hermana y yo compartíamos habitación hasta que fuimos demasiado mayores, y entonces mi padre tuvo que desmontar su cuartito de pintar para cedérmelo como una habitación individual. Nuestra casa era algo pequeña y vivíamos en un cuarto piso sin ascensor, así que para mi último año de instituto nos cambiamos de barrio y nos vinimos a Atocha. 



Abandonamos la vida de barrio por lo que a mí, con mi mirada de dieciséis años, me parecía la impersonal vida del centro de la ciudad. Santa María de la Cabeza y sus túneles, sus obras, su ruido, su tráfico. Tenía que tomar el metro y hacer transbordo para acudir a mi último año de instituto. Antes vivíamos a los pies de la M30, sí, pero conocíamos al panadero, y a los vecinos. Ahora la ciudad era otra, era grande, ruidosa, vibrante y nueva. Estudié la Selectividad en una habitación cuya ventana daba a un patio interior, y ya entonces comenzaba a pasearme de vez en cuando por la calle Argumosa y de Lavapiés, donde descubrí un sentimiento local y de barrio que me sedujo en medio del batiburrillo loco del centro de la ciudad.



Empecé la carrera en la Complutense, y entonces comencé a salir mucho por Malasaña, por Chueca y por mi propio barrio. Madrid era una ciudad acogedora, gentil, con sus pequeñas leyendas cotidianas. Los "jevis" del Madrid Rock, La Ofrenda (garito de rock hasta las seis), la Vía Láctea, la calle Salitre... 

Y en cuarto de carrera me marché de Erasmus. Llevaba estudiando francés bastantes años, y la cultura gala siempre había llamado mi atención, así que recibí con alegría una plaza en Nanterre, la universidad parisina. Cuando me fui estaba emocionada, y un poco cansada ya de la ciudad, quería ver lugares nuevos, y qué mejor que París para empezar, ciudad con la que siempre había soñado. 



Pero París resultó ser una ciudad contradictoria -y no por ello menos interesante-. Cincuenta por ciento maravillosa, pero cincuenta por ciento cruel, París me enseñó muchas cosas, me dio muy buenos amigos, pero también me hizo valorar, a mi vuelta, mi ciudad. Empecé entonces a descubrir otro Madrid que reconstruí e hice mío: Madrid era una ciudad mucho menos individualista que París. 



Lavapiés se convirtió en mi "guetto" personal, perseguí las quedadas poéticas, los recitales, los cursos, y casi todos ellos tenían lugar en mi barrio, que desde hace bastantes años tiene una efervescencia cultural, social, e internacional muy importante. También iba a menudo por Malasaña, por el Patio Maravillas, o por la Tabacalera, centros sociales en los que se palpaba el germen del poder y la solidaridad popular. Pasaron un par de años así, y finalmente terminé la carrera. Comencé a trabajar y, después de algunos años de precariedad, obtuve un contrato de unos meses en la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Para entonces la ciudad había cambiado: Proyectos como Eurovegas, ridículas candidaturas olímpicas, infinitas obras en Madrid Río, en las autopistas de Madrid, en los subsuelos, cobraban una importancia considerable. El metro de Madrid renueva sus líneas y deja de funcionar con dignidad, pero en su lugar implanta pantallas gigantes con la cara de la presidenta de la Comunidad y sus secuaces, y mensajes pseudosubliminales de gente feliz y orgullosa de ser madrileña gracias al Partido Popular. Privatización de hospitales, construcción de centros sanitarios faraónicos que después han sido pseudoabandonados... 
Yo ya planeaba mi huida: ahorraba lo más posible para buscar un plan b, un salvoconducto al paro, la precariedad y la falta de oportunidades y perspectivas de futuro. Y entonces, el 15M. 



Una ciudad en la que habían eliminado los espacios públicos, los bancos, los parques, los lugares ciudadanos de reunión, se levantó y dijo "somos muchos, y no estamos solos". El 15-M madrileño me hizo volver a confiar en las personas, en los madrileños, en el espíritu colectivo de la ciudad, y posteriormente, del país. La gente hablaba, se escuchaba, convivía, consensuaba. Aguantábamos asambleas generales interminables, en la Puerta del Sol, a las ocho de la tarde, a cuarenta grados. Seguíamos todo lo que sucedía a través de las redes sociales. Ahí se creó una conciencia pública y social. Y frente a la hostilidad de las políticas del Partido Popular, se forjaron redes de solidaridad popular y otro Madrid, un Madrid subterráneo, sigiloso, justo, del que hoy puedo estar orgullosa. 



A pesar de todo ello, en 2012, la precariedad laboral y las pocas perspectivas de futuro me hicieron tomar la decisión de mudarme a Francia, donde resido hoy, y donde intento llevar a cabo lo que despertó en mí el 15-M, trabajar en los movimientos sociales y en la opción política que considero la más digna y correcta. Pero desde que me fui, cada vez que he bajado a Madrid ha sido para volverme a Francia enfadada, frustrada, escaldada con alguna otra medida nueva del Partido Popular: en este tiempo han desaparecido los pocos lugares públicos de reunión que quedaban, han incentivado las diferencias sociales entre los barrios, han endurecido la violencia policial, han prohibido las protestas, han cortado árboles y reducido los espacios verdes, han aumentado el precio del transporte público y reducido su calidad a niveles desorbitados, y han instalado paradas de autobús "antimendigo", entre otras medidas estelares: han hecho de Madrid su particular cortijo. 



Y es por esa razón por la que hoy estoy tan orgullosa de ser madrileña: porque desde que he venido esta última vez no veo más que alegría e ilusión por las calles, solidaridad, recuperación de los espacios comunes, convergencia, acuerdos, debates, diálogo. Porque hemos reaccionado, nos hemos organizado, hemos reflexionado cómo queremos que sea nuestra sociedad, cómo queremos una ciudad de la que sentirnos parte, hemos optado por la unidad popular, hemos creído en nuestras posibilidades de cambio y de acción, hemos aprendido a construirnos como sociedad de otro modo distinto al que el poder más sectario y corrupto ha querido imponernos. 



Hemos sido capaces de superar el bipartidismo de los partidos de siempre, de superar el odio intencionado que han querido generar en nuestra vida cotidiana, nuestra incomunicación con los vecinos, con los próximos, con los que son como nosotros.  Es increíble lo que la gente ha hecho con su esfuerzo personal, sus ganas, su ilusión, su participación. Una campaña sin un céntimo,  con milagros como el Movimiento de Liberación Gráfica (al que debo todas las imágenes de este post), solamente con la alegría como arma, y su optimismo como mejor resistencia. Hoy somos un Madrid más solidario, más justo, un Madrid que ha recuperado su sonrisa, un Madrid al que querer volver, en el que querer vivir. Es por eso por lo que hoy, más que nunca, me siento orgullosísima de ser madrileña. GRACIAS. 

jueves, 21 de mayo de 2015

A veces hago collâges.

Nunca he sido una persona demasiado constante ni extraordinariamente habilidosa para las cosas manuales. Soy demasiado despistada, y, aunque durante algún tiempo y gracias a mi familia he pintado y dibujado, el trabajo manual que mejor se me da no es precisamente el de la pintura, sino más bien la cocina.

Sin embargo hay una técnica que siempre ha llamado mi atención por varias razones: se trata de el collâge. 

Recuerdo cuando de peques empezamos en Plástica a hacer collâges. Al principio me pareció una cosa bastante simplona y aburrida, pero cuando empecé a experimentar descubrí un ejercicio lleno de posibilidades. Después, como pasa habitualmente cuando creces, lo olvidé. Pero hace algunos años, empecé a experimentar con recortes de prensa, esta vez para enfocar sus resultados hacia mi interés por la escritura. El ejercicio, algo rudo y básico, quedó limitado a la escritura y las cartulinas de colores, pero me abrió las puertas a toda la cantidad de posibilidades que se nos ofrecen con unas tijeras y algunas revistas viejas. 

Desde hace algunos meses ando buscando otros modos de expresión. No para dejar de lado la poesía, sino para complementarla, enriquecerla, entremezclarla. Utilizar otras opciones, imagen, sonido, publicidad, ruido, etcétera, y uno de los ejercicios que he empezado a retomar ha sido el del collâge, esta vez más interesado en alternar imagen y palabra. Por ahora os dejo aquí algunos poemas-collâge, si se les puede llamar así, que hice hace algún tiempo. Espero que os gusten.