jueves, 3 de abril de 2014

"La Piedra de Moler", de Margaret Drabble, o no hablar sobre maternidad.




No acostumbro a escribir posts criticando libros de esta manera, pero esta vez no puedo evitar decir que estoy totalmente indignada y me siento completamente estafada: hace un mes compré “La Piedra de Moler”, de Margaret Drabble (Rara Avis, Alba Editorial, 2013), con muchas expectativas, y por varias razones, principalmente porque al parecer contenía varios temas que me interesan desde hace algún tiempo: dificultades de la juventud, escritura, y sobre todo, maternidad.

Buscaba libros que hablasen de la maternidad desde ángulos novedosos y desde el punto de vista de los jóvenes, puesto que es un tema que me interesa bastante en este último tiempo, sobre todo en lo que respecta a la literatura femenina. ¿Cómo vemos los jóvenes –o las jóvenes- una responsabilidad durable –entre otras cosas- y todo lo que ello conlleva en un mundo tan cambiante y tan inestable como en el que vivimos?

El libro se escribió en 1965, y por ello es una novela alabada como moderna y reivindicativa de la maternidad y de la capacidad de decidir de la mujer en artículos como el de Ignacio Echevarría en El Cultural (aquí).

El concepto, en eso estoy de acuerdo, me parece bueno: un libro que habla de una maternidad inicialmente no deseada, y de la decisión de una mujer: la de una joven doctorante londinense en la década de los sesenta. De buena familia y clase social alta, la joven Rosamund vive sola en la mansión de sus padres, una pareja adinerada que reside en África, mientras que nuestra protagonista prepara una tesis doctoral sobre el soneto isabelino. Es en esas circunstancias en la que Rosamund tiene relaciones sexuales por primera y única vez con un conocido, y se queda embarazada, ocultándoselo a él, así como a su familia.

No quiero chafarle el libro a nadie si alguien pretende leerlo, pero no puedo evitar la indignación: una familia conservadora, adinerada, en los años sesenta. Unos padres ausentes, a los que se nombra también de manera superfluay de los que sabemos que son una especie de “progres” de la época, es decir, unos falsos conservadores, socialistas, y con muy buena situación económica.

Una joven que vive sola, sin ningún problema de trabajo, ni de dinero, ni de familia: vive sola, incluso sus amigos aparecen y desaparecen intermitentemente en el libro. Bien, digamos que la autora no ha querido plasmar sus relaciones con los demás, sino las reacciones de la protagonista misma en torno a una decisión tan compleja como puede ser la de la maternidad: pero tampoco. La autora dedica quizás diez o veinte páginas del libro a la indecisión, entre abortar o no hacerlo. ¿Diez páginas? La protagonista apenas se pregunta cómo va a comunicárselo a la familia, con qué va a mantenerse, si va o no a decírselo al padre… ¿se trata de una mujer bastante determinante? De acuerdo. Pero ¿Qué sucede? ¿Qué una mujer determinante no puede plantearse todas esas preguntas? A mi parecer se trata de una novela poco realista, en la que el tema de la maternidad (y todo lo que yo creía que eso implicaría en una novela como ésta: el qué dirán, la reputación, los prejuicios, los problemas familiares…) se toca esbozado, de puntillas, y, en mi opinión, sin ningún tipo de profundidad.

Lo más indignante de todo es que el lector continúa y continúa sin parar, esperando que todas estas cuestiones aparezcan en algún momento determinado del libro. Pero no. Y el libro termina casi como empezó, dejando todas estas cuestiones en el aire, y sin haber aportado nada más que una especie de intento de denuncia a los derechos de la mujer en los años sesenta. Es todo.

Además, la traducción, de Pilar Vázquez tiene más de un error, en mi opinión garrafal, que supone una traba bastante importante para la lectura.


En definitiva, me ha parecido una pérdida de tiempo, quizás tuviese demasiadas expectativas. ¿Y vosotros? ¿Leísteis “La Piedra de Moler”? ¿Qué lecturas sobre la maternidad podríais recomendarme?

miércoles, 2 de abril de 2014

Sète (I): Un paseo y una breve ficha.



 El domingo pasado fuimos a pasar el día a Sète. Llevaba queriendo volver desde verano, que conocí la ciudad por primera vez, pero no he podido volver hasta ahora. Es uno de mis descubrimientos, y quería presentároslo antes de comenzar a hablar más detenidamente sobre él en próximos posts. Aquí os dejo una pequeña ficha.



Dónde está:



En el Departamento del Hérault, en la región del Languedoc-Roussillon, a 32 kilómetros de Montpellier. Tiene, aproximadamente, 40.000 habitantes.


Qué pasa, por qué es interesante:


En general es una ciudad portuaria, de pescadores, que además, históricamente ha acogido a muchos viajantes y creadores, con un canal que rodea su centro histórico y una impresionante situación geográfica. La ciudad está construida en la ladera de una montaña que desemboca a la orilla del mar, y por ello las calles de su casco antiguo son estrechas y empinadas.

Para todo aquél a quien le guste la poesía, -y la música- es interesante porque en Sète se encuentran enterrados tanto el poeta Paul Valéry como el cantautor y poeta Georges Brassens.

  •     Su puerto: llamado “Puerto Sur de Francia”, es un punto estratégico del comercio marítimo      del Mediterráneo, y su primer puerto de pesca francés.

  •          Sus iglesias: La ciudad tiene multitud de pequeñas iglesias, de finales del siglo XVII y de principios del XIX, sobre todo, como la de St. Louis o la de St. Pierre.

  •      Las tumbas de los poetas: Uno de los encantos más carismáticos de la ciudad es el de albergar la tumba de dos grandes poetas y paradigmas de la cultura francesa: la tumba de Paul Valéry (1871-1945) y la de Georges Brassens (1921-1981). A ambos sétois se les ha dedicado un espacio con su nombre, no lejos de sus tumbas (en el famoso Cimétière Marin, Valéry, y en el Cimétière du Puy, Brassens), las dos al borde del mar. Sobre este aspecto dedicaré otros posts más detallados próximamente.



Cosas importantes que suceden en Sète:

Como ya he dicho, se trata de una ciudad que es un centro cultural bastante completo, en el que, durante los seis meses de primavera y verano, tienen lugar multitud de manifestaciones culturales, deportivas… y una gran variedad de festivales dedicados a diferentes disciplinas.

En el mes de Abril (¡ya!) se inaugura la temporada de festivales que tienen lugar, ya sea en el llamado “Théâtre de la Mer” o en la ciudad misma. Alguno de ellos son:



Por qué es interesante para la creación española:

Todas estas manifestaciones tienen un carácter internacional, y en la agenda de todas ellas hay una parte dedicada a manifestaciones de artistas extranjeros en la que España se encuentra presente. Hablo de creación española, pero me refiero a todo tipo de creaciones internacionales.


Algunos links e informaciones generales:

  • La Oficina de Turismo de Sète: http://www.ot-sete.fr/
  • Festivales en Sète: http://www.ot-sete.fr/festivals-culture-musique-poesie.html
  • La ciudad: http://www.sete.fr/
  • Su boletín de actualidad semanal: http://www.lagazettedesete.fr/



En próximos posts hablaré de algunos de los aspectos que he apuntado por aquí, más detenidamente. ¿Y vosotros? ¿Hay alguna ciudad que os haya llamado la atención últimamente?

lunes, 31 de marzo de 2014

El hijo de la montaña. (o un poema)





Algo late debajo de su cuerpo;
como el monte que lleva tras de sí 
las huellas del ancestro. 

El hijo de la montaña entiende 
la lengua de los árboles, 
escucha redimido la hojarasca 
mojada de la noche. 

 Ahijado irremediable de la tierra 
rehúye desde el miedo 
las luces de neón 
de la ciudad que habito. 

 Hay algo de salvaje en su mirada mansa 
de hijo de cazadores. 

 Hizo una vez un pacto con la lluvia y sabe 
que, si dios existiese, sería en el abrazo:
sus manos-ciervo aman 
desde la certitud del solitario. 

Y así, 
en el espejo blando de su boca
y la ruda firmeza de sus dedos 
canalizan las lágrimas del tigre último; 

No sabe que es capaz 
de derribar los muros 
hipócritas del miedo 
entreabriendo los labios.

sábado, 29 de marzo de 2014

martes, 18 de marzo de 2014

Mi viaje a Madrid (o un resumen una semana después)


Hace exactamente una semana que volví de Madrid, donde conseguí escaparme casi durante diez días. La visita a casa, a la familia, a los amigos, siempre es necesaria y maravillosa, pero no solamente eso. Madrid es, ahora que vivo lejos, un respiro enorme, y un lugar en el que cada vez que voy aprovecho cada momento al máximo, para visitar mi lugares favoritos, o renovar adquisiciones, sobre todo literarias. 

Nunca he hablado de los problemas de las diferencias lingüísticas a la hora de escribir, dar clase, e incluso hablar en la vida cotidiana. Esto de vivir en un país extranjero supone muchos pequeños inconvenientes que, en la práctica, son el pan nuestro de cada día. Por esa razón, cada vez que bajo a casa trato de cargar la maleta de libros, películas y otros materiales de los que poder servirme el tiempo que tarde en volver. Además, comprar libros por internet me desespera, me gusta hablar con los libreros de siempre, pedirles consejo, y que algunas de las acciones cotidianas sigan siendo aún rituales familiares, aunque del tema de las librerías madrileñas hablaré en otra ocasión próximamente. 

En diez días he aprovechado, sobre todo, para estar con la familia y los amigos, para volver al pueblo, para rescatar algunas compras de libros que quería desde hacía tiempo, películas, series, pero sobre todo para disfrutar de aquéllo que antes siempre hacía y que ahora echo tanto de menos: dejarme caer por algún recital de poesía, saludar a antiguos amigos y perderme por las calles de Lavapiés. Aquí os dejo algunas fotos.


Escapada a Toledo.


El más puro Lavapiés.


Viajar en tren, llegar a España.



Día soleado desde La Fugitiva.





Presentación del libro de autor "Lapidario Incompleto", de Antonio Gamoneda con ilustraciones de Juan Carlos Mestre, en el Centro de Arte Moderno, en la calle Galileo.


Quiosco de la plaza de Lavapiés.


Caramelos Paco.



jueves, 6 de marzo de 2014

"Yo soñé con arrancar la tristeza viscosa del mundo". O de cómo leí a Panero.



Estos dos versos de Leopoldo María Panero me obsesionaron durante algunos años, y con ellos encabecé el primer poema de mi poemario "Ser Pájaro" en La Escombrera, hace tres años. También otros muchos, subrayados y pegados por algunos de los rincones de mi habitación,-a modo teenager-,  me acompañaron desde el principio de mi adolescencia, y nunca me fueron indiferentes.

Todo empezó cuando tenía unos quince años, y se pusieron algo de moda unas plataformas anteriores al blog, llamadas "journal". Era el momento de pleno apogeo de Messenger, mi habitación estaba cubierta de letras de canciones de Extremoduro, Platero y Tú, Marea o Marilyn Manson, y había conseguido, quizás por azar, quizás a través de algunos amigos que me habían puesto en contacto con otros amigos, escribirme con unas pocas personas interesadas por la escritura y por la poesía. Mi pseudónimo por aquél entonces era "marea1986", y me escribía con un chico algo mayor que yo, que tenía un Livejournal, y que comenzó a hablarme de Leopoldo María Panero. 

Pasé del odio al amor, de la incomprensión al miedo leyendo toda su obra poética -ah, y también me enamoré secreta y platónicamente de ese chico que leía a Panero-. Sus poemas hablaba de sexo, de muerte, de renacimiento, de amor, de odio, de drogas, de desencanto, de violencia, de alucinaciones, y yo apenas conocía nada de todo eso, y a la vez me maravillaba y me aterraba cada verso suyo, aunque no pudiese parar de leerlo, como si fuese una especie de revelación hacia algo que yo aún no sabía, una puerta a alguna parte. Panero aludía a imágenes prerrafaelitas, a poetas románticos ingleses, al punk, al sexo y a la absenta. También hablaba de religión, o de aquél interés romántico por lo desconocido, sus provocaciones a la Iglesia, sus imágenes de infancia, su sarcasmo y su mirada hundida y ojerosa me horrorizaron y atrajeron hasta leer todas sus obras poéticas completas con el paso del tiempo, citarle en algunos de mis trabajos de investigación en la universidad, y finalmente, hace un par de años, correr a la Feria del Libro de Madrid a que me firmara su poesía completa, editada por Túa Blesa en Visor. Apenas hablaba, miraba hacia no se sabía dónde, y su editor le acompañaba indicándole todo aquello que debía hacer, vaciando cada media hora un cenicero lleno de colillas que había dejado a su lado y sirviéndole un vaso de agua de vez en cuando.

He seguido citándole hasta hace bien poco, y releyendo sus poemas con esa mezcla entre terror e hipnotismo, tristeza, desconcierto y ternura, pues creo que ningún otro poeta puede ilustrar mi adolescencia mejor que él, y que, sin sus poemas, esto quizás fuese otra historia.